jueves, 11 de mayo de 2017

Escribir en el aire de Antonio Cornejo Polar

El proyecto de Ricardo Palma en literatura era homogenizar todo el universo lingüístico nacional bajo una forma culta de expresar el habla de todos, impidiendo de esta forma mostrar las jerarquías socioidiomáticas existentes. En tanto que los modernistas mostraban en su literatura un sentido jerárquico con respecto al lenguaje de sus personajes. Pero en las primeras décadas del siglo XX, empieza a surgir una renovación en la literatura indigenista, liderado por intelectuales de las sectores medios de provincia, con el fin, mayormente, de combatir al régimen cultural oligárquico imperante.

Sin embargo y a pesar de ser este un nuevo movimiento de renovación, no pudieron eliminar totalmente las influencias del movimiento anterior, modernista, de forma contundente; pues al contrario, este fue un proceso lento y confuso.

El movimiento renovador, a diferencia del modernista que trataba de usar un lenguaje estilísticamente excelente y literario, trata de insertar el lenguaje popular e incluso a la oralidad quechua en sus diálogos escritos. Ellos cuestionaban de esta forma al lenguaje culto usado anteriormente; ya que consideraban que este no representaba a la nación ni era autentico. De este modo, trataban de encontrar un nuevo lenguaje que no fuera el impuesto por el canon Modernista.

Ante estos cambios, surgió una preocupación por parte de intelectuales como Mariátegui y Vallejo, quienes proponían que no solo se debía cambiar la forma de escribir, sino la esencia de lo que se escribía; esto es, proponer una renovación social  por medio de sus discursos, con el fin de demoler el viejo orden y construir uno nuevo.

Para este efecto, muchos indigenistas, como por ejemplo Icaza, recurrieron al Realismo literario y al Naturalismo para darle mayor énfasis al indigenismo, con la intención de retratar tal cual era la situación del indio, pues la mayor parte de ellos escribía para denunciar la explotación que sufría el indio. Además de utilizar un lenguaje representativo de la realidad, en donde los literatos escriben el habla de los que no saben escribir, tratando de forjar una identidad nacional también homogénea, pero basada en la cultura de los indios.

Se incorpora las lenguas nativas orales y el habla popular a la escritura, tratando de hacer que esta pueda acogerlas. Sin embargo los escritores, que hacen de intérpretes de los indios, no pertenecen a ese mundo, pues tampoco son indios y no han vivido esa realidad; y por el contrario, pertenecen a los sectores de las clases medias. Además de que, a quienes se toma como referente para escribir, no pueden acceder a tales escritos por no saber leer. Estos indigenistas de las elites provincianas trataban de reivindicar al indio autoproclamándose sus defensores, al pedir que se respetasen sus derechos y al reivindicar sus atributos y valores socioculturales.

La mayor parte de los indigenistas hacían hincapié en el espacio geográfico diverso de los países latinoamericanos, haciendo evidente una dicotomía entre la región costera y la serrana, entre la ciudad y el campo, la capital y la provincia, la modernidad y la tradición; lo cual entendido de ese modo hacia difícil una integración nacional y en consecuencia también hacía difícil la construcción de una nacionalidad peruana. Del mismo modo también acentuaban la dicotomía entre blancos e indios a quienes se les asignaba el papel de transformadores de la sociedad feudal e intolerante en la que vivían, pero en el futuro.

Puesto que si bien basaron su código literario en el Realismo y el Naturalismo, al llegar a la parte desencadenante de su obra, cuando se supone que los indios tomaran las riendas del cambio en la sociedad, se pasa a retratar esa situación de forma simbólica recurriendo a los códigos básicos del Idealismo alegórico, como por ejemplo escribir que un “cataclismo cósmico” destruirá todo el viejo orden existente y forjara uno nuevo y justiciero. Esto se debe a que tales indigenistas no pertenecen a esa comunidad indígena que pretenden reivindicar, además de que por otra parte pertenecen a una determinada convicción política y que tienen ciertos principios éticos que no les permite avizorar ese final de cambios en la realidad.

Prefieren escribir, si se sucede algún cambio a favor de los indios, que esto fue obra de otros ajenos a la realidad indígena, como los terratenientes o el gobierno o incluso el mismo escritor del relato, pero esto no puede ser obra de los propios indios. Los narradores sitúan el desenvolvimiento de los acontecimientos a partir de la irrupción en escena de un personaje externo al mundo indígena, el cual les lleva la modernidad y dramatiza, en sus literaturas, el mundo indígena. En esto se puede apreciar la contradicción existente en su pensamiento, ya que por una parte situaban al indio como hacedor de una nueva sociedad, por otra lo retratan incapaz de realizar su propia vida individual y social, ante esto es difícil que sus lectores lo puedan ver como el artífice de su propia salvación, pues se muestra una imagen deprimida e indefensa del indio, que mas que verlo como sujeto activo de su lucha, el lector le tiene pena y compasión.

Por el contrario Arguedas, quien escribe dentro del contexto de las migraciones andinas a las principales ciudades y en una época donde el agro se encontraba en crisis, intenta recomponer la dirección del discurso indigenista, a través de la creación de un nuevo personaje, este es el migrante andino mayormente mestizo que transita entre dos mundos: el de los blancos (moderno, con escritura, urbano, de habla español) y el de los indios (tradicional, oral, campesino, de habla quechua). Esto implica que el discurso y el sujeto nuevos van a ser plurales, entreverados entre uno y otro mundo con distintas culturas e idiomas, dejando atrás el discurso monológico antes imperante. Esto es, que el discurso va a girar por múltiples lenguajes, en donde también Arguedas va a incorporar a la oralidad quechua a la escritura castellana, mostrando de ese modo la posición múltiple también de su autor, quien ha transitado por ambos mundos también.

Ante todo ello es evidente que el discurso acerca de una comunidad peruana homogénea, en el relato de Arguedas, se vuelve carente de sentido; puesto que ahora surge la opción de hacerla heterogénea, es decir, una comunidad que sea abierta, que pueda albergar dentro de sí a los distintos grupos humanos que viven dentro de ella, manteniendo y respetando sus cultural originales, y  que esto no sea una traba para la integración.  



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