El diagnóstico de la epilepsia es
fundamentalmente clínico. La descripción clínica del episodio paroxístico por
parte del paciente y en la mayoría de los casos por un testigo es lo que va a
permitir la caracterización del episodio como epiléptico. La epilepsia es un
diagnóstico positivo, no de exclusión, ya que las pruebas complementarias
pueden resultar normales.
El diagnóstico de las crisis
epilépticas y de los síndromes epilépticos es de carácter clínico, las
confirmaciones de los mismos se efectúan a través de los métodos
complementarios de diagnóstico.
No obstante, es posible tener
epilepsia a pesar de obtener resultados normales en las pruebas. Por otra
parte, el hecho de encontrar una anormalidad en una exploración del cerebro, no
prueba que sea la causa de las convulsiones. Sin embargo, las pruebas pueden
ayudar a decidir a si lo sucedido fue una convulsión o algo diferente provocado
por otros motivos. No es habitual que se establezca un diagnóstico de epilepsia
tras una crisis convulsiva, pues la definición de epilepsia implica ataques recurrentes.
CRITERIOS DE
DIAGNÓSTICOS:
-Antecedente de un evento que
haya implicado sufrimiento cerebral y que haya dejado o pueda dejar, secuelas
definitivas (pérdida neuronal, gliosis, etc.)
-Existencia de una semiología
neurológica deficitaria.
-Considerar que la constatación
de anomalías en los exámenes de neuroimagen, tales como la tomografía computada
(TAC) o la imagen por resonancia magnética (IRM), no representan más que una
prueba circunstancial con las mismas restricciones que los déficits neurológicos
focales.
-Considerar que las anomalías
cerebrales constatadas mediante los estudios de evaluación funcional del
sistema nervioso, tales como la tomografía por emisión de positrones (PET) o la
tomografía por emisión monofotónica (SPECT), no son necesariamente prueba
formal de una lesión epileptogénica.
-El electroencefalograma (EEG)
puede poner en evidencias las anomalías asociadas a los paroxismos epilépticos,
aun cuando los otros exámenes resulten negativos. Dichas anomalías son
sintomáticas de una lesión cerebral (foco epiléptico).
EXÁMENES AUXILIARES
a.-Electroencefalograma:
Las alteraciones del EEG por sí
solas de forma aislada no permiten el diagnóstico de epilepsia. La detección de
anomalía en el EEG (ondas lentas, ondas agudas o puntas solas o combinadas)
durante la crisis permite, en general, el diagnóstico de certeza.
El EEG convencional (20 minutos,
sistema internacional 10-20) detecta únicamente anomalías en el 50% de los
pacientes. La repetición de los registros de rutina y el de aumentar la
sensibilidad hasta el 85% - 90%. La estimulación luminosa intermitente es
especialmente útil para provocación de mioclonías, y la hiperventilación para
provocar ausencias típicas en los niños. En los casos en los que las crisis
tengan un modo específico de provocación (comida, lectura, etc.), éste ha de
ser utilizado durante el registro. La privación del sueño es útil para poner de
manifiesto la actividad epiléptica en el caso de las crisis generalizadas, y el
sueño fisiológico para las crisis parciales complejas.1
Es la prueba de elección para
demostrar el carácter epiléptico de un paroxismo y es insustituible para
definir muchos síndromes epilépticos. Un EEG convencional suele mostrar
alteraciones epileptiformes en la mitad de los epilépticos, aunque no debemos
olvidar que un 10-15% de la población normal puede tener alguna anomalía
electroencefalografía, por lo que un paciente con un EEG anormal sin síntomas
nunca debe ser tratado. Los estudios de EEG con privación parcial de sueño,
foto estimulación y/u otras activaciones son útiles para discriminar actividad
epileptiforme no visible en el EEG convencional.
b.- Neuroimágenes:
Es deseable que a todos los
pacientes con una crisis se les realice una tomografía axial computarizada
(TAC) o una resonancia magnética (RM). La utilidad de la TAC se encuentra
relegada a las situaciones de urgencia. La RM es superior a la TAC para
detectar pequeños tumores, malformaciones corticales, malformaciones
vasculares, trastornos de la migración e hipotrofias o esclerosis del
hipocampo. Se encuentra indicada cuando las crisis comienzan en la edad adulta
y si existen signos focales en la exploración neurológica o en el EEG.
La tomografía computada (TC) y la
resonancia magnética (RM) son las técnicas de elección para detectar lesiones
estructurales del SNC, siendo la segunda más sensible y específica,
especialmente para el estudio de la esclerosis temporal.
c.-
videoelectroencefalografía:
Método que resulta de la
asociación y sincronización del registro electroencefalográfico y vídeo.
Permite identificar; descartar y clasificar las crisis epilépticas.
d. Diagnóstico
Diferencial:
El primer paso es diferenciar las
crisis de otros síntomas transitorios. El síncope y las pseudocrisis son las
entidades más frecuentemente confundidas con epilepsia. Otros diagnósticos
diferenciales son los accidentes isquémicos transitorios, migraña, narcolepsia
e hipoglucemia.
1.- Diagnóstico
Diferencial según Grupo de edad:
1.1.- Menores de 3 años:
Espasmos del sollozo.
Movimientos anormales: temblor
mentoniano o de una extremidad, mioclono benigno de la infancia temprana,
episodios de estremecimiento, discinesia paroxística y coreoatetosis.
-Hiperecplexia o síndrome de
sobresalto.
-Trastornos del sueño: mioclonías
neonatales benignas del sueño.
-Síndrome de Sandifer (contracciones
tónicas en relación con reflujo gastroesofágico).
-Vértigo paroxístico benigno.
1.2.- Entre 3 y 6
años:
Trastornos del sueño: terrores
nocturnos.
Síndrome de discontrol episódico
(“rabietas”).
1.3.- Entre 6 y 12
años:
Trastornos del sueño: parasomnias
o sonambulismos.
Movimientos anormales: tics o
coreoatetosis paroxística cinesigénica.
Migraña abdominal o migraña
basilar.
1.4.- Adolescentes:
Trastornos del sueño:
narcolepsia-cataplejía.
Migraña con aura.
Síncopes: vasovagales.
Movimientos anormales.
Psicógenos (pseudocrisis).
1.5.- Adultos y
ancianos:
Ataques isquémicos transitorios,
drop-attacks.
Migrañas con aura.
Síncopes: cardiogénicos y
neurogénicos.
Amnesia global transitoria.
Movimientos anormales:
discinesias paroxísticas y atrógenas (antidopaminérgicos) o espasmo hemifacial.
Trastornos del sueño: alteración
de conducta en el sueño REM o movimientos periódicos de las piernas.
Psicógenos (pseudocrisis).
Trastornos metabólicos/endocrinos:
hipoglucemia, hipocalcemia, hipercalcemia, disfunción tiroidea, porfiria o
feocromocitoma.
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