viernes, 10 de noviembre de 2017

EL DIAGNÓSTICO DE LA EPILEPSIA


El diagnóstico de la epilepsia es fundamentalmente clínico. La descripción clínica del episodio paroxístico por parte del paciente y en la mayoría de los casos por un testigo es lo que va a permitir la caracterización del episodio como epiléptico. La epilepsia es un diagnóstico positivo, no de exclusión, ya que las pruebas complementarias pueden resultar normales.

El diagnóstico de las crisis epilépticas y de los síndromes epilépticos es de carácter clínico, las confirmaciones de los mismos se efectúan a través de los métodos complementarios de diagnóstico.

No obstante, es posible tener epilepsia a pesar de obtener resultados normales en las pruebas. Por otra parte, el hecho de encontrar una anormalidad en una exploración del cerebro, no prueba que sea la causa de las convulsiones. Sin embargo, las pruebas pueden ayudar a decidir a si lo sucedido fue una convulsión o algo diferente provocado por otros motivos. No es habitual que se establezca un diagnóstico de epilepsia tras una crisis convulsiva, pues la definición de epilepsia implica ataques recurrentes. 

CRITERIOS DE DIAGNÓSTICOS:

-Antecedente de un evento que haya implicado sufrimiento cerebral y que haya dejado o pueda dejar, secuelas definitivas (pérdida neuronal, gliosis, etc.)
-Existencia de una semiología neurológica deficitaria.
-Considerar que la constatación de anomalías en los exámenes de neuroimagen, tales como la tomografía computada (TAC) o la imagen por resonancia magnética (IRM), no representan más que una prueba circunstancial con las mismas restricciones que los déficits neurológicos focales.
-Considerar que las anomalías cerebrales constatadas mediante los estudios de evaluación funcional del sistema nervioso, tales como la tomografía por emisión de positrones (PET) o la tomografía por emisión monofotónica (SPECT), no son necesariamente prueba formal de una lesión epileptogénica.
-El electroencefalograma (EEG) puede poner en evidencias las anomalías asociadas a los paroxismos epilépticos, aun cuando los otros exámenes resulten negativos. Dichas anomalías son sintomáticas de una lesión cerebral (foco epiléptico).

EXÁMENES AUXILIARES

a.-Electroencefalograma:

Las alteraciones del EEG por sí solas de forma aislada no permiten el diagnóstico de epilepsia. La detección de anomalía en el EEG (ondas lentas, ondas agudas o puntas solas o combinadas) durante la crisis permite, en general, el diagnóstico de certeza.

El EEG convencional (20 minutos, sistema internacional 10-20) detecta únicamente anomalías en el 50% de los pacientes. La repetición de los registros de rutina y el de aumentar la sensibilidad hasta el 85% - 90%. La estimulación luminosa intermitente es especialmente útil para provocación de mioclonías, y la hiperventilación para provocar ausencias típicas en los niños. En los casos en los que las crisis tengan un modo específico de provocación (comida, lectura, etc.), éste ha de ser utilizado durante el registro. La privación del sueño es útil para poner de manifiesto la actividad epiléptica en el caso de las crisis generalizadas, y el sueño fisiológico para las crisis parciales complejas.1

Es la prueba de elección para demostrar el carácter epiléptico de un paroxismo y es insustituible para definir muchos síndromes epilépticos. Un EEG convencional suele mostrar alteraciones epileptiformes en la mitad de los epilépticos, aunque no debemos olvidar que un 10-15% de la población normal puede tener alguna anomalía electroencefalografía, por lo que un paciente con un EEG anormal sin síntomas nunca debe ser tratado. Los estudios de EEG con privación parcial de sueño, foto estimulación y/u otras activaciones son útiles para discriminar actividad epileptiforme no visible en el EEG convencional.

b.- Neuroimágenes:

Es deseable que a todos los pacientes con una crisis se les realice una tomografía axial computarizada (TAC) o una resonancia magnética (RM). La utilidad de la TAC se encuentra relegada a las situaciones de urgencia. La RM es superior a la TAC para detectar pequeños tumores, malformaciones corticales, malformaciones vasculares, trastornos de la migración e hipotrofias o esclerosis del hipocampo. Se encuentra indicada cuando las crisis comienzan en la edad adulta y si existen signos focales en la exploración neurológica o en el EEG.

La tomografía computada (TC) y la resonancia magnética (RM) son las técnicas de elección para detectar lesiones estructurales del SNC, siendo la segunda más sensible y específica, especialmente para el estudio de la esclerosis temporal.

c.- videoelectroencefalografía:

Método que resulta de la asociación y sincronización del registro electroencefalográfico y vídeo. Permite identificar; descartar y clasificar las crisis epilépticas.

d. Diagnóstico Diferencial:

El primer paso es diferenciar las crisis de otros síntomas transitorios. El síncope y las pseudocrisis son las entidades más frecuentemente confundidas con epilepsia. Otros diagnósticos diferenciales son los accidentes isquémicos transitorios, migraña, narcolepsia e hipoglucemia.

1.- Diagnóstico Diferencial según Grupo de edad:

1.1.-  Menores de 3 años:
Espasmos del sollozo.
Movimientos anormales: temblor mentoniano o de una extremidad, mioclono benigno de la infancia temprana, episodios de estremecimiento, discinesia paroxística y coreoatetosis.
-Hiperecplexia o síndrome de sobresalto.
-Trastornos del sueño: mioclonías neonatales benignas del sueño.
-Síndrome de Sandifer (contracciones tónicas en relación con reflujo gastroesofágico).
-Vértigo paroxístico benigno.

1.2.- Entre 3 y 6 años:
Trastornos del sueño: terrores nocturnos.
Síndrome de discontrol episódico (“rabietas”).

1.3.- Entre 6 y 12 años:
Trastornos del sueño: parasomnias o sonambulismos.
Movimientos anormales: tics o coreoatetosis paroxística cinesigénica.
Migraña abdominal o migraña basilar.

1.4.- Adolescentes:
Trastornos del sueño: narcolepsia-cataplejía.
Migraña con aura.
Síncopes: vasovagales.
Movimientos anormales.
Psicógenos (pseudocrisis).

1.5.- Adultos y ancianos:
Ataques isquémicos transitorios, drop-attacks.
Migrañas con aura.
Síncopes: cardiogénicos y neurogénicos.
Amnesia global transitoria.
Movimientos anormales: discinesias paroxísticas y atrógenas (antidopaminérgicos) o espasmo hemifacial.
Trastornos del sueño: alteración de conducta en el sueño REM o movimientos periódicos de las piernas.
Psicógenos (pseudocrisis).
Trastornos metabólicos/endocrinos: hipoglucemia, hipocalcemia, hipercalcemia, disfunción tiroidea, porfiria o feocromocitoma.

Imagen de Internet


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