jueves, 29 de junio de 2017

Potencias occidentales en Oriente

El dominio imperial británico en el subcontinente indio se estableció mediante una serie casi ininterrumpida de guerras, que constituyen la principal manifestación de respaldo coercitivo de la hegemonía mundial británica. La conquista del subcontinente indio marco así una fase enteramente nueva de expansión del poder occidental en Asia. Por un lado completó la desarticulación de la supereconomia-mundo asiática iniciada bajo la hegemonía holandesa, y por otro concedió a Gran Bretaña los recursos precisos para someter al último bastión del poder asiático: el imperio chino y la economía-mundo centrada en él.

El contraste más notable con los Estados Europeos era el tamaño del imperio chino y de su población. Igualmente impresionante era hasta qué punto esos enormes y populosos dominios parecían estar gobernados por la persuasión moral más que por la fuerza. La opinión de que los gobernantes europeos tenían mucho que aprender de los chinos en materia de leyes, gobierno y moralidad se vio muy reforzada por descripciones que hicieron los jesuitas del emperador. Aun así, lo que empaño y al final acabo destruyendo la imagen de China como modelo, no fue la primacía europea en las ciencias abstractas, sino la supremacía europea en la guerra y el comercio.

Así, la necesidad de ampliar el comercio entre la India y China por cualquier medio a fin de facilitar las operaciones de transferencia de renta entre aquella e Inglaterra había sido desde su inicio el principal estimulo para la expansión del comercio del opio.



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