martes, 6 de junio de 2017

El Inicio de la moderna Inmigración europea


La inmigración italiana había sido de forma indirecta, los italianos que habían llegado a tierras americanas lo habían hecho después de tener una estadía  en España[1]. Pero, en las primeras décadas del siglo XIX esto cambió, se dio la inmigración de una forma directa, desapareciendo así la “conexión española”, siendo en su mayoría los inmigrantes italianos provenientes de Génova.  A su vez, esto se vio facilitado por el contexto peruano: La falta de mano de obra en las haciendas, un proyecto modernizador y prejuicios sociales propiciaron en el Perú el nacimiento de una política destinada a permitir el ingreso de inmigrantes europeos al país, emitiéndose disposiciones legales para lograr dicho objetivo[2].

El primer dispositivo legal dado para favorecer el ingreso de inmigrantes al Perú fue el artículo 7º de la Ley del 21 de noviembre de 1831, que creaba el departamento de Loreto.[3] Con este decreto establecía que aquellos extranjeros que llegarán al Perú tendrían oportunidades de trabajo como el labrado de la tierra. Otro dispositivo legal que promovía la llegada de extranjeros fue la declaración contenida en el Decreto del 14 de marzo de 1835 dado por el General Felipe Santiago Salaverry.[4] En la cual se sostenía que, al pisar el territorio peruano, podrían registrarse como ciudadanos del Perú en tanto se inscriban en el Registro Civil.  Consiguiente a este decreto, en 1845, se ofrecía a los inmigrantes, conforme a la Ley de 1832, la propiedad de tierras que pudieran cultivar con todos los privilegios concedidos a pobladores locales, exonerándolos de pagos de decretos judiciales y parroquiales[5]. Este mismo año este decreto fue ratificado por la Ley del 24 de mayo.

PROCESO

1. Inicios de la época del guano:

Para este periodo, Europa Occidental atravesaba por una intensa revolución agrícola, evidente desde la primera mitad del siglo XIX. La creciente demanda de productos necesarios para aumentar la productividad hizo que se hiciese necesario el tener que buscar nuevos métodos para obtener fertilizantes propicios. En este sentido se comenzaron a dar exploraciones que buscaron obtener de algún modo el fertilizante adecuado. Uno de los primeros pasos se daría en Madagascar; sin embargo, más adelante diversos estudios corroboraron la existencia en las Islas de Chincha de un poderoso, y abundante, fertilizante: el guano de las aves.

A partir de esto, la historia del Perú se irá tornando diferente. Ante la demanda creciente del guano, se iniciaron las negociaciones pertinentes entre el Estado peruano y los países extranjeros (Inglaterra, Francia, Alemania, Estados Unidos, Italia, etc.).
Siguiendo este proceso, entre 1845 y 1880, el Perú monopolizó el comercio del guano y a partir de 1850 éste se convertiría “en el nervio de la economía peruana al volverse elemento imprescindible en la modernización de los campos de cultivo europeos”[6]. Así, entre 1850 y 1878, la economía se caracterizó por la entrada de ingresos provenientes del guano, como porcentaje importante del presupuesto gubernamental y por el incremento del fertilizante como porcentaje total de las exportaciones del país.

Política estatal respecto a la inmigración europea

En un contexto en el que el progreso del país se percibía como viable, los distintos gobiernos optarán por medidas tendientes a lograr la modernización del país. Una de ellas consistía en traer inmigrantes europeos, quienes con su cultura contribuyeran a lograr el tan anhelado progreso (ideal inmigracionista). Se darán contratos, leyes y proyectos de colonización los cuales ponían de manifiesto la idea de que el progreso del país se lograría a través de la inmigración europea ya que se consideraba, bajo un prejuicio racial de la época, que lo anglosajón como tal y no la población nativa, tenía la suficiente capacidad para efectuar tal cambio.

Proyecto modernizador:

En la segunda mitad del siglo XIX la capacidad “mágica” atribuida a la inmigración europea provenía del conocimiento que sobre las experiencias de otros países se tenía. Estados Unidos, Brasil y Argentina representaron el modelo que el Perú quería repetir para obtener los mismos “efectos dinamizadores al desarrollo económico” que tuvieron los países beneficiados con la inmigración europea. (p. 68)

Problema de la mano de obra:

La expansión de la economía peruana de mediados de siglo XIX tuvo como consecuencia la formación progresiva de capitales peruanos (Bonilla, 1984, 33-34). Estos permitieron la reactivación de la agricultura y su consecuente especialización. “La Guerra de Secesión de los EE.UU. y la crisis de la producción azucarera en Cuba, facilitó la inversión de capitales provenientes del comercio del guano en la agricultura de exportación. Entre 1865 y 1873 se produjo el desarrollo de la producción de algodón en la costa, y entre 1870 y 1888, el del azúcar.” (p. 72)

La reactivación de la agricultura de exportación no dependió solo de los capitales generados a partir de la venta del guano sino también de la solución a un problema específico del Perú y que lo caracterizó durante el siglo XIX: la escasez de la mano de obra para el trabajo de las haciendas de la costa. Las causas principales del problema fueron la manumisión de la esclavitud y la abolición del tributo indígena que realizara Castilla entre 1854 y 1855.  Por otro lado, como el contexto internacional era contrario al comercio de esclavos, comprar fuerza de trabajo se hacía cada vez más difícil, llevando a los propietarios a una situación crítica. De igual modo, la abolición del tributo indígena resultó una medida contradictoria, pues una vez libres de la carga tributaria, los indígenas volvían a sus economías autosuficientes, y ya no estaban obligados a vender su fuerza de trabajo para insertarse al mercado y pagar la obligación (Cotler, 1985: 102).

Las autoridades estatales asociadas a los hacendados, intentaron resolver el problema de la mano de obra a través de la inmigración, especialmente europea, siendo esto posible debido al boom guanero iniciado en 1840, con cual se pudo hacer posible  un crecimiento de la presencia de inmigrantes europeos al país.

Así vemos como salió una Ley de Inmigración del 17 de noviembre de 1849 que establecía recompensas para los empresarios que introdujeran colonos al Perú, favoreciendo así el ingreso de inmigrantes para fines de colonización; en este sentido, en varios países europeos se abrieron consulados peruanos con el fin de elaborar proyectos de inmigración interesantes a los gobiernos europeos. A su vez los cónsules europeos en Lima iniciaron proyectos que iban de la mano con los ya mencionados.[7] En 1851 llegaron los primeros grupos de inmigrantes organizados al Perú: campesinos irlandeses que salieron de su país debido a la hambruna producida por la crisis del cultivo de la papa. En 1853, se trató de colonizar con colonos alemanes terrenos de la Selva como Moyobamba, llegando al Perú 1096 colonos alemanes. Este mismo año el Cónsul peruano en Génova, recibió un despacho del presidente de la República del Perú, en el que se informaba de proyectos de colonización del río Amazonas. El Cónsul publicó ese despacho en varios periódicos italianos, y recibió pedido de varias personas que estaban interesadas en ese proyecto de colonización[8]. En 1854 se dio la eliminación de la esclavitud negra, con lo que se vislumbra una mayor necesidad de conseguir inmigrantes, necesarios para mano de obra en agricultura, construcción de ferrocarriles y extracción de guano.

Es en este específico contexto que la inmigración será vista como el mejor instrumento para lograr la modernización. Ello debido a que a través de ella se buscaba evitar perder riquezas ocasionado por una falta de mano de obra (por ejemplo, los terrenos de la costa no debidamente aprovechados) y al desprecio que se sentía hacia las culturas indígenas. La civilización y la cultura estaban identificadas con Europa y los gobernantes creían que era su deber llevar el progreso y la civilización al interior del país. Se consideraba, pues, que los problemas del país eran consecuencia de las razas que lo pueblan.

2. El Gobierno de Ramón Castilla:

Desde 1845 el Ejecutivo peruano, teniendo en claro la idea de que uno de los mecanismos para lograr la recuperación de la agricultura era el aumento de brazos y tecnología, percibirá como necesaria la llegada de mano de obra mediante el fomento de la inmigración, tal como estaba ocurriendo en otros países de América (Brasil y Argentina, principalmente). Como “se esperaba que los nuevos colonos no solamente resolvieran el problema de la escasez de mano de obra, sino que además dieran un nuevo impulso a la industria agrícola y que sus costumbres y cualidades fueran una fuerza de cambio y rápida modernización en todo el país”[9].

En 1847, el ministro Paz Soldán expresó la idea de una inmigración no restrictiva alegando que la prosperidad del país dependía de la llegada de más trabajadores, por lo que se debía recurrir a los inmigrantes en general[10], sean franceses, italianos o anglosajones.

Durante el segundo gobierno de Castilla, en 1859, se trazó un ambicioso proyecto de colonización, pero no tuvo éxito, se celebró un contrato para introducir al Perú 25 mil irlandeses, ofreciéndoles tierras y otros beneficios, pero el gobierno inglés puso demasiadas exigencias tales como exigencias de independencia y autonomía de esos colonos como de condiciones económicas, todas estas incompatibles con la soberanía peruana. Este intento de traer inmigrantes a través de contratos no fue el primero, siguieron estipulándose otros, pero no tuvieron éxito.

En estos mismos años se buscaba pactar con varios concesionarios la introducción de extranjeros europeos para trabajar por 5 años en las haciendas costeras, beneficiándose estos concesionarios con una prima de 30 pesos por inmigrante, pero a través de estos concesionarios solo fueron introducidos trescientos colonos vascos. El contratista peruano Ramón Azcárate, burlando a las autoridades españolas los llevó a Francia para embarcarlos en el puerto de Burdeos, los colonos llegaron al Callao el 19 de julio de 1860 y fueron trasladados a la hacienda “Talambo” de propiedad Manuel Salcedo. El contrato firmado por estos colonos establecía que debían trabajar por 8 años con un salario mensual de dos pesos de plata para mayores de 11 años y de uno para los menores de esa edad, estos contratos también eran firmados por los chinos culíes, pero con una paga menor, es así como podemos ver que existía una clara preferencia por inmigrantes europeos.

3. El gobierno de Mariano Ignacio Prado

El gobierno de Mariano Ignacio Prado no estuvo ajeno a estos proyectos, en 1867 celebró un contrato con el contratista Juan P. Martín, por medio del cual traería cinco mil colonos alemanes, pero solo pudo introducir 314 alemanes, quienes fueron internados en Pozuzo, uniéndose a colonos llegados anteriormente. Posteriormente en 1866 un grupo pequeño de italianos se internaron en las montañas de Tarma con dirección a Chanchamayo, pero la falta de caminos y el poco interés del gobierno hicieron fracasar este nuevo intento.
La inmigración europea aumentó su importancia con la instauración en el poder de los civilistas, como por ejemplo Manuel Pardo, instaurado en el poder en 1872, quien poseía una marcada tendencia liberal además de proponer reformas de tipo  modernizantes, ganándose la simpatía de los italianos.

La Sociedad de Inmigración Europea

En este periodo se dieron los primeros actos administrativos en pro del objetivo de lograr un mayor asentamiento de europeos en el Perú, es así que se creó la Comisión Consultiva de Inmigración que pocos meses después de convirtió (mayo de 1873) en La Sociedad de Inmigración Europea, compuesta de 25 miembros, agrupados en cinco secciones: Inglaterra e Irlanda; Francia, Bélgica y Suiza; Alemania, Austria y Holanda; Suecia, Noruega y Dinamarca; e Italia, España y Portugal.

Este organismo debía administrar los fondos para promover la inmigración desde estos países; establecer convenios; cuidar del viaje, alojamiento inicial y posterior ubicación de los inmigrantes; así como dirimir diferencias entre inmigrantes y empleadores.[11]

La Sociedad, en su mayor parte integrada por hacendados, contó con el apoyo gubernamental a través de una ley aprobada por el presidente Pardo, por la que el gobierno se comprometió, entre otras cosas, a invertir 100.000 soles al año para fomentar la inmigración europea hacia terrenos costeños[12]. Uno de los aspectos definidos por la referida norma fue que no se podía expropiar terrenos de la costa para asentar colonos inmigrantes. Ello limitó la posibilidad de asentar colonos en la costa, a menos que se fuesen contratados como trabajadores de hacienda, dada la escasez de tierras en la zona costeña. Pese a ello, desde 1874 a 1875 la Sociedad de Inmigración Europea patrocinó la llegada de alrededor de 3000 inmigrantes, la mayor parte de los cuales eran italianos, en menor medida había algunos suizos y franceses.

Cabe resaltar que existía una adhesión de la élite dirigencial italiana al civilismo, quizás la mayor expresión de coincidencia entre los postulados civilistas y la ideología de los líderes de la colonia italiana del Perú, se expresa en el libro publicado por Juan Copello y Luis Petriconi, su ideología nacionalista y liberal se dejaba ver en Estudios sobre la independencia económica del Perú.[13] En este libro se aboga por el desarrollo de la industria nacional, postulando la modernización del Estado peruano. Esta demostración de una coincidencia de pensamiento económico entre gobernantes civilistas y la élite de la colonia italiana propició el crecimiento económico y la estabilidad política de la misma que se daría entre 1895 y 1930.

Imagen de Internet



[1] “Ellos llegaban siguiendo las huellas de sus antepasados, que durante todo el período colonial recorrieron las rutas marítimas de América del Sur, gracias a sus conexiones con España”. Bonfiglio, Giovanni. Los orígenes de la presencia italiana en el Perú. Pg. 32.
[2] Bonfiglio nos explica en “La Inmigración europea al Perú” que “con nada se ha manifestado el Perú desde sus primeros días de vida propia tan constante, tan uniforme, ni tan entusiasta como la idea o mejor dicho, como el sentimiento de la inmigración europea” (Arona 1891: 49).
[3] “A cada uno de los extranjeros que se avecindasen en las nuevas reducciones, se les asignará por el Subprefecto de la provincia, las tierras que puedan labrar, y gozarán de los privilegios y exoneraciones que conceden las leyes a los poseedores de tierras eriazas”.
[4] “Todo individuo de cualquier parte del globo es ciudadano del Perú desde el momento en que, pisando su territorio, quiera inscribirse en el Registro Civil”.
[5] El 25 de enero de 1845 se dio un decreto, en el cual se ordenaba a las autoridades del departamento de Junín apoyar la construcción y mejoramiento de caminos al Pozuzo y al río Mayro. Bonfiglio, Giovanni. La presencia europea en el Perú. Pg. 20.
[6]Mc Evoy, Carmen. La Utopía republicana.  Lima: PUCP, 1997. pg. 125.
[7] “Por ejemplo, Taurel, Cónsul de la Santa Sede y del Granducado de Toscana en Lima, interesó al Gran duque de Toscana, Leopoldo II, para el envío de inmigrantes al Perú. Según este diplomático: ‘En general, el emigrante que llega al Perú a la aventura es raro que no consiga un trabajo lucrativo, sea porque posee un oficio o sea porque se emplea como doméstico…. después de tres años el obrero laborioso y serio se encontrará a la vez poseedor de la buena reputación que le hará valido su probidad de conocimientos locales adquiridos y de una cantidad de dinero de más o menos mil pesos, más que suficiente para formar un pequeño establecimiento que lo puede llevar a una fortuna mayor. Este es, además el secreto de la mayoría de las fortunas realizadas por los emigrantes de buena conducta”. Taurel R.M., Notice sur la situation politique et commerciale de la Republique du Perou. (Informe presentado a Leopoldo II, Gran Duque de Toscana). Florencia. 1852, pg. 14. (En Bonfilio, Giovanni, pag. 22)
[8] Archivo MAE, Carta de Baratta el ministro peruano de Relaciones Exteriores. Génova, 25 de julio de 1853. En Giovanni Bonfilio.  Los orígenes de la Presencia Italiana en el Perú. pg. 39.
[9] Mucke, Ulrich. Op., cit. p. 74
[10] A fines de su gobierno (1851), uno de los grupos organizados de inmigrantes que llegó al Perú fue el de los irlandeses. Llegaron un total de 320 personas al amparo de la Ley de 1849, que estipulaba una serie de beneficios para los colonos extranjeros en el Perú.
[11] “Luego de instalarse, la Sociedad redujo sus miembros a 20 y las secciones a cuatro (se eliminó la sección encargada de la inmigración desde Suecia, Noruega y Dinamarca).” Bonfiglio, Giovanni, pg. 29
[12] García Jordán, Pilar. Iglesia y poder en el Perú contemporáneo, 1821-1919. Cusco: Centro de Estudios Regionales Andinos "Bartolomé de las Casas", 1992.p. 203.
[13] Copello, Juan y Petriconi, Luis. Estudios sobre la independencia económica del Perú. Imprenta de “El Nacional”, Lima, 1876, 105 pp.

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