Dado el contexto
de los años 60, se comienza una renovación historiográfica en la cual no solo
se cuestiona la forma de hacer la historia, sino además el papel que cumple el historiador en la construcción de
la misma. Por tal se critica como se había pasado por alto, silenciosamente, su
participación y de cómo es que emprende este sujeto la producción del conocimiento
histórico y cuales eran las fuentes de las que partía. De tal suerte que, la
mirada de estos años -con las
movilizaciones y las protestas sociales por el reconocimiento de derechos, el historiador pasa hacia los otros, hacia los considerados rechazados en la historia que antes no se habían tomado
realmente en cuenta, y como consecuencia, los historiadores tendrá un viraje hacia el estudio de la
cultura subalterna
El termino de cultura con el que operaban los historiadores, el cual se presentaba como la cultura general a todo el fenómeno histórico, se desacredita, se vuelve insuficiente, puesto que la construcción de la historia con los testimonios de aquellos que habían o mejor dicho podían dejar testimonio, era un grupo pequeño de personas letradas, que con frecuencia eran los que tenían los recursos económicos para hacerlo, en otras palabras, las élites. De este modo, se dejaba de lado el testimonio de aquellos que no contaban con los medios para dejar alguna manifestación de sus modos de vida; se aplastaba bajo un discurso hegemónico (de única cultura), a la cultura que se conoce como popular.
Con esta renovación se paso a identificar dentro de los fenómenos sociales, que son el objeto del historiador, una variedad de realidades sociales, que lejos de homogenizar el panorama histórico, van a mostrarse alternos, confluyentes en una dinámica constante de realidades diversas, incluso dentro de una misma realidad.
Ante las nuevas demandas en
la historia de incluir también a los sectores menos favorecidos, se propiciará
la emergencia del uso de nuevas fuentes para el historiador. Por tanto, ante el vacío de la disciplina histórica para estudiar a las fuentes no escritas, se hizo
necesario recurrir a otras ciencias sociales que pudieran abrir la comprensión
de las manifestaciones sociales, que si bien no estaban expresadas en un
documento, se encontraban tácitamente en la realidad como las tradiciones, las
fiestas, costumbres. Investigaciones a las cuales la renovación de la Antropología había otorgado gran interés.[1]
[1] “Los
primeros años de la década de los sesenta podrían llamarse los de la
antropología histórica, ya que fue cuando en Europa, algunos historiadores
académicos comenzaron a notar que el trabajo de los antropólogos también era
relevante para ellos”. Burke, Peter. “La historia cultural y sus vecinos”. En
Alteridades, Mexico, 2007. Pg.112
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