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jueves, 15 de marzo de 2018

LA ADMINISTRACIÓN INCAICA


Sobre la base de la economía agrícola y control de mano de obra, el Estado construye un modelo político centralista, jerarquizado, con espacios para alianzas e interacción con grupos étnicos. Su base es el ayllu.

El centralismo debe ser entendido no como algo geográfico, sino como un Estado dirigido por personas organizadas en un solo lugar. No hay un centralismo absoluto, pues tienen que negociar con otros líderes, pero sí un ‘sello Cuzco’ a lo largo de todo el territorio incaico.

Existe un ‘enjaulamiento’ territorial/político: patrones duales, naturaleza.

YANANTIN à La dualidad


Los incas buscan la institucionalización/ritualización de las formas de intercambio y alianzas: integración política, espacio estatal.

La organización administrativa se da en categorías decimales para el cómputo y distribución:

Chunka = 10; Piska = 5; Waranqa = 1000; Hunu = 10000.

Instrumentos logísticos:

Para la contabilidad (censos, tierras, productos): el quipu.

Para la prevención y diferentes categorías de lugares de distribución: depósitos o colcas.

Oposición/complementariedad de criterios.

Las élites políticas eran parte crucial del aparato político inca que administra el sistema redistributivo real y ritual. Sin embargo, finalmente, son los curacas la clave del modelo inca y de las relaciones interétnicas, además de manejar la reciprocidad y redistribución. Los curacas son partícipes ellos y sus linajes de una burocracia privilegiada en el sentido de una negociación con los modelos del régimen, ya sea incaico o español.

COSMOVISIÓN Y RELIGIOSIDAD ANDINA

Las sociedades agrarias y preindustriales ya tienen un vínculo con la naturaleza/geografía.

El mundo es visto como espacio sagrado, ordenado y renovado por las divinidades: Cosmos y Caos.

Fuerzas de la naturaleza, ciclos agrícolas, seres/objetos (huacas), espacios sagrados de origen (pakarinas).

Las fuerzas (Cámac), lo ordenador (Wiraqocha), lo asociado a la fertilidad (la Luna), seres/objetos sagrados (huacas).

Parentesco ritualizado: el ayllu existe solo gracias al mallqui (momia).

Se presenta un dualismo[1]: divinidades opuestas/complementarias.

Los rituales religiosos (organizados, cíclicos, recurrentes, con un lenguaje reconocible) definen la jerarquía y control: sacrificios humanos (qhapaq huchas) y ofrenda a huacas à lo material y lo espiritual.

RELIGIÓN INCA

La religiosidad incaica tiene como función legitimar el poder del inca. Acorde con una política estatal, se tiene una fuerza creadora/ordenadora: Cámac, Inka, Enqa (el mundo se ordena, no se crea de la nada).

Los dioses ordenadores del mundo: Wiracocha (divinidad celeste), Pachacámac (divinidad subterránea) à dualidad opuesta y complementaria. Otras divinidades son la Pachamama, Illapa, etc.

La institucionalidad se observa en el centralismo, jerarquización, burocracia, en el contexto de interactuar con la religiosidad local.

Lo religioso ordena lo social, económico y político.

Es importante el factor logístico de visibilizar el poder del inca.

Se dieron sacrificios de toda índole (humanos, animales, runas, textiles, alimentos, metales, etc.). Cabe decir que no son cualquier producto, sino que tienen un carácter ceremonial.

Se vale también de aspectos míticos como las leyendas de Manco Cápac y Mama Ocllo y los Hermanos Ayar.

Inti o Punchao: Divinidad inca por excelencia, culto elitista, asociado a élite cuzqueña, vinculado a prácticas económicas redistributivas.

EXPANSIÓN Y PODERÍO INCA

La base de la fuerza inca es el manejo de la mano de obra a través de mecanismo de reciprocidad-redistribución. Su éxito se sustenta en una constante expansión territorial: acceso a tierra, más mano de obra y más excedentes.

Incorpora prioritariamente elementos de reciprocidad ritual y redistribución, junto a esquemas militares. El crecimiento territorial implica incorporar autoridades locales claves al aparato burocrático/jerárquico: las panacas, que exigen participación y distribución de recursos, solo obtenibles por medio de la expansión territorial. También hay problemas en la administración (mano de obra movilizada que pierde su pertenencia, luego organizada en el modelo del yanaconaje).

El territorio se organiza en cuatro suyos con el Cuzco como centro y eje:

Presencia Wari previa evidenciada en Pikillacta.

El Cuzco era la base para formas de autoabastecimiento y excedentes que dio origen a poder local gracias a la redistribución.

¿Eran centros administrativos o ciudades? à Desde los centros se redistribuye. Donde existiera colcas se puede llamar centro administrativo.

MOMENTOS DE LA EXPANSIÓN INCA



[1] Levi Strauss (para entender la dualidad). Mircea Eliada (El mito de la eterna…)


lunes, 3 de abril de 2017

EL PROCESO DE CLERICALISMO Y ANTICLERICALISMO EN FRANCIA


Durante  la segunda mitad del siglo XIX y las dos primeras décadas del siglo XX los conceptos e ideas del clericalismo y su hermana enemiga, el anticlericalismo, se vieron enfrentadas una a una en diversos espacios y ámbitos de la sociedad francesa de entonces. El parlamento, la opinión pública, las manifestaciones y protestas, y hasta los funerales y la muerte fueron escenarios de luchas y batallas libradas, que finalizó dando como vencedor a los partidarios del anticlericalismo. Analicemos entonces dicho fenómeno.

Los asiduos defensores del clericalismo fueron –como no podría ser de otra manera- los curas y religiosos conservadores que buscaban a como dé lugar, mantener los privilegios de los cuales hasta ese entonces gozaban de privilegios que ya habían pasado a ser cuestionados en las altas esferas del poder político. A través del llamado a sus fieles y seguidores, buscaron crear un movimiento de opinión a favor de la mantención de sus derechos y deberes, al punto tal de provocar escaramuzas y enfrentamiento públicos con sus opositores.

Por otro lado, los anticlericalistas buscaban remover los cimientos que sostenían todo el poder e influencia de los religiosos, para tal cometido buscaron desacreditar a través de diferentes medios el poder y autoridad eclesiástica, al punto de limitar su accionar sólo al campo espiritual y religioso. Es decir, ya no tendríamos una Iglesia activa en la toma de decisiones políticas ni sociales, la pauta era olvidarnos de que alguna vez los curas gozaron de autorización para pronunciarse sobre temas que sólo debían ser atendidos por el poder político: el Estado.

El certero ataque que los liberales emprendieron contra el poder espiritual tuvo principalmente tres campos bien diferenciados y relacionados entre sí: la institución eclesiástica, lo individuos de dicha institución (curas y religiosos) y la doctrina católica.

Para el primer caso, debemos de tener en cuenta que algunos de los espacios donde la Iglesia había logrado  cimentar su poder e influencia fueron la educación, la salud y la muerte –o más concretamente, el cementerio. En el caso de la educación se buscó laicilizarla , y para tal caso se cambio la currícula y las materias de enseñanza, del mismo modo, se expulsó a los antiguos docentes miembros de las congregaciones religiosos para suplantarlos por profesores laicos, formados en las universidades de carácter científico.

Los hospitales habían estado en mano de los religiosos, quienes desde la Edad Media se habían apoderado del control de estos centros de salud, sin embargo se busco darle un carácter más laico y hasta profesional, pues se formaban doctores y médicos exclusivamente para que reemplacen a los salientes religiosos. Se llegó a tal extremo de arrancar los crucifijos y cuadros religiosos de las paredes y a cambiar el nombre de las salas del hospital, antaño nombre de santos- por el nombre de “héroes” de la medicina.

La muerte fue otro escenario de enfrentamiento entre el poder temporal y el espiritual, esta vez el primero buscaba limitar el accionar de la Iglesia en esta materia. Se decreto que todo aquel que no fuese católica podía tener ahora el derecho de enterrarse en un camposanto, y no era ya necesario estar hablando de restricciones al culto de otras religiones. De igual modo los rituales funerarios se vieron normados y regulados por el Estado, evitando así que la intervención de los curas durante las postrimerías.

El segundo blanco de ataque de los reformadores fue directamente al individuo, es decir a la autoridad eclesiástica. Para lograr su cometido se valieron de medios de difusión masiva como revistas, caricaturas, diarios etc., todas ellas creaban la imagen de un cura socarrón, mojigato, hipócrita, y más pecador que cualquier otro ser. La idea que trataban de trasplantar en sus lectores era que esta figura del religioso escapaba de la ficción.  De esta forma se preguntaban: ¿Qué autoridad tiene este religioso para escuchar mi confesión y exculpar mis culpas? Se ponía en cuestión a la autoridad del cura en el ámbito moral, pero por extensión, ¿podía entonces una réproba como él en las decisiones políticas? Pues claro que no.

El enfrentamiento con la doctrina religiosa fue muy similar a las dos anteriores si tomamos en cuenta que ya los espacios que la Iglesia había ganado (educación, salud y muerte) para difundir sus enseñanzas habían sido depuradas de la autoridad eclesiástica, a la par la autoridad moral del cura para tomar en cuenta su opinión era más que cuestionable. Parecía entonces que ahora era la base ideológica la que merecía caer.

Para tal empresa, los liberales se valieron de la obras y novelas literarias, en ellas es cuestionaba las verdades que la Iglesia daba como aceptables, del mismo modo se compusieron una serie de historias que parodiaban las santas escrituras como las tradiciones católicas. Se violaba entonces el carácter sagrados de las enseñanzas  de los religiosos a través de las ponzoñosas carcajadas de los hombres de a pie.

Toda esta serie de acciones se inscriben dentro de la lógica de un proceso de laicización donde el poder temporal busco subordinar al espiritual. Podemos decir que estas reformas dieron muy buenos resultados, aunque claro está, podemos notar ahora que no fueron totalmente exitosas.