lunes, 4 de diciembre de 2017

LA CONSTRUCCIÓN VICTORIANA DE LA MUJER (SIGLO XIX)


Durante la segunda mitad del siglo XIX existió un gran interés por demostrar la inferioridad social de la mujer, para tal fin se construyeron distintas ideas que trataban de normalizar su trato inferior y por tanto dependencia del hombre. Para tal fin, se hizo énfasis en las diferencias físicas visibles de ambos sexos.

I . DIFERENCIAS ANATÓMICAS

La Frenología
Franz Joseph Gall, a finales del siglo XVIII trata de establecer una relación entre facultades mentales y rasgos observables. Su discípulo Johann Gaspar Spurzheim, inauguró la frenología, cuyo fundamento era que el cerebro es el órgano de la mente. Se suponía la existencia en el cerebro de distintas facultades, cada una localizada en un área particular de la corteza cerebral. Por tanto, la frenología se basaba en la correlación entre el comportamiento y la configuración craneal. Se llegaron a definir treinta y siete facultades y su correspondiente localización.

Confirmaba, una vez más, la imagen de la mujer cultural y socialmente impuesta. Spurzheim partía del supuesto de que existía una diferencia natural en la disposición mental de hombres y mujeres que la educación no podía modificar. Las mujeres tenían menos vigor intelectual y menos capacidad de reflexión, no pudiendo extender su capacidad de razonamiento más allá del mundo visible. En el hombre, el intelecto predominaba sobre los sentimientos, que, sin embargo, dirigían la vida de las mujeres. Las mujeres eran más tímidas y cuidadosas, los hombres más combativos. Las mujeres sentían necesidad de aprobación y los hombres autoestima. Asimismo las mujeres tenían mayor amor al hogar y tendencia a depender afectivamente del ambiente y objetos que las rodeasen.

Según esta visión, cada sexo experimentaba el amor de distinta manera: el deseo sexual era predominante en los hombres, lo que se manifestaba anatómicamente en poseer un cerebelo mayor, y las mujeres destacaban por su capacidad de amor a los niños.  Pero los frenólogos aceptaban la posibilidad de reforma, las facultades más débiles podían fortalecerse mediante el adecuado ejercicio. La frenología venía a ofrecer un concepto de la mujer como ser humano poseedor de muchas facultades humanas, aunque no todas. Los frenólogos americanos apoyaron la entrada de las mujeres en la profesión médica.

La Antropología Física

Tendencia científica que insistía en las limitaciones en vez de en las posibilidades: se insistirá en que las características propias y diferenciadoras de la mujer le impiden asumir los nuevos roles propuestos por las feministas. La antropología física pretendía que las características corporales determinaban las facultades mentales.

Coexistieron dos corrientes antropológicas: la Etnología (atribuía la inferioridad de otras razas a un efecto del ambiente y la cultura. Por tanto, dicha inferioridad podía remediarse mediante la educación y otros cambios sociales y culturales.) y la Antropología Física (trató desde el principio de clasificar a las razas por su estructura física, siendo ésta determinante de su condición de inferioridad).

El principal representante de esta corriente es Paul Broca, quien llegó a afirmar que unos seres humanos podían alcanzar un nivel de perfección y otros no. Se trataba de construir la base científica del racismo y de la inferioridad de la mujer. Paul Broca llegó a advertir que cualquier cambio en el orden sexual y social del siglo XIX provocaría un cambio en la evolución de las razas, por tanto, los antropólogos debían estudiar cuidadosamente la condición de las mujeres en la sociedad.

Diferencias Anatómicas Y Fisiológicas

La obra de Havelock Ellis, Man and Woman, publicada en 1894, ofrece una resumen de las diferenciaciones establecidas. La mayor diferencia ósea entre hombre y mujer radicaba en la estructura de la pelvis. Ellis no reconocía la diferencia craneal como fundamental. El rostro de la mujer era pequeño en comparación con su cabeza más alargada (lo que podría indicar una superioridad en la evolución) pero sus mandíbulas y dientes eran más protuberantes (signo de inferioridad evolutiva). 

En cuanto a los procesos fisiológicos, los hombres comían más y su sangre era más densa y roja. La sangre femenina tenía menos glóbulos rojos y menor peso específico. El hombre tenía un pulso más lento y mayor capacidad respiratoria. Los hombres mostraban gran superioridad muscular, poseyendo el doble de fuerza y una mayor precisión de movimientos. La gran diferencia fisiológica era la menstruación, suficiente por sí misma para explicar por qué las mujeres no podían alcanzar nunca el mismo nivel de actividad social y profesional que los hombres (La menstruación en sí misma era un tiempo de enfermedad e inestabilidad emocional, aunque no se produjera ningún trastorno aparente).

La Craneología

Heredera de la frenología la craneología, o estudio del cráneo y el cerebro (1860), partió del convencimiento de que el tamaño del cerebro reflejaba la mente y las características del individuo (si el cuerpo del hombre y la mujer son diferentes, también deben serlo sus mentes). Siguiendo un paralelismo con la fuerza y masa muscular, se deducía que un cerebro mayor era indicativo de mayor inteligencia. (Decían que el cerebro masculina pesaba mas y era mas grande que el femenino, lo que justificaba su superioridad) .Distintos autores insistieron en demostrar mediante la craneología la afinidad entre niños, mujeres y pueblos primitivos, probando así su inferioridad. Los rasgos fisiológicos más primitivos eran, por tanto, los compartidos por varios de estos grupos inferiores.

II. EL EVOLUCIONISMO

La teoría de la recapitulación

Según esta teoría cada organismo individual repite en el curso de su vida la historia de su especie, pasando por todos los estadios de desarrollo previos. Basándose en tres disciplinas biológicas complementarias: la embriología, la anatomía comparada y la paleontología, se justificaba desde la recapitulación la afirmación formulada por los antropólogos físicos y los psicólogos de que las mujeres, los niños y los salvajes compartían muchos rasgos en común, ocupando las mujeres y los pueblos primitivos lugares inferiores en la escala biológica que venía a culminar, como rey de la evolución, en el hombre adulto de tipo caucasiano. La mujer representaba el pasado de la raza y desde el punto de vista ontogenético, cada mujer era una eterna adolescente, pues en ese punto se detenía su desarrollo.

Así, Tanto el infantilismo atribuido a la mujer como su cercanía a los pueblos primitivos eran signos evidentes de su inferioridad.

Selección natural y selección sexual

Darwin mantenía la diferencia de rasgos psicológicos entre hombres y mujeres, atribuyendo a éstas mayor ternura y generosidad, y afirmaba rotundamente que el hombre conseguía mejores resultados en toda tarea que exigiese pensamiento, raciocinio, imaginación o simplemente el uso de los sentidos y de la habilidad manual.

George John Romanes desarrolló una teoría de la fragilidad mental femenina como consecuencia de su fragilidad física.  Los hombres piensan, las mujeres sienten, pero esta capacidad emocional tiene su aspecto negativo, puesto que según Romanes las mujeres siempre están a punto de perder el control de su voluntad y sus emociones.

La inferioridad femenina sólo podía explicarse y aceptarse como necesaria para la reproducción de la especie. La capacidad emocional de la mujer era consecuencia y causa de su destino, llegando a afirmar algunos autores que la extensión del abdomen en las mujeres era la base física de sus sentimientos altruistas. Se defendía el instinto materno como natural en la mujer pero negando, por parte de muchos autores, la fuerza de su instinto sexual.

Darwin tuvo que forzar sus teorías de selección natural y selección sexual para explicar por qué las mujeres no desarrollaban rasgos necesarios para la supervivencia como sucede en otras especies. Al contrario que en otras especies animales en la especie humana la hembra no elige, sino que es elegida, y la selección natural no actúa como freno de la selección sexual, sino que la refuerza. Al depender económicamente del hombre no desarrolla sus mismas capacidades, falta de desarrollo que es transmitida de generación en generación. Según Darwin, mejorando la educación de unas pocas mujeres de élite se mejoraría paulatinamente la capacidad de sus descendientes femeninas.

En otro extremo; Geddes y Thompson afirman la radical diferencia de hombres y mujeres y el gran daño social que supondría el acceso de éstas al ámbito laboral, pero no insisten en la inferioridad, sino en la diferencia y la complementariedad. Ya que la reproducción mediante la unión de dos sexos diferenciados se consideraba de utilidad biológica, psicológica y ética. Los dos sexos eran complementarios y esto marcaba el más alto grado de evolución. Por tanto, todo intento de disminuir las diferencias se podría considerar como una involución.

III. LA FÍSICA Y LA MECÁNICA. LA LEY DE LA CONSERVACIÓN DE LA ENERGÍA

Esta visión tiene varias consecuencias: la mente se analiza desde un punto de vista físico, se produce lo que se ha llamado la naturalización de la mente. Existe una correlación entre las manifestaciones mentales y las fuerzas físicas. El concepto de fuerza nerviosa será clave en este sentido. La fuerza nerviosa, la fuerza cerebral, la energía vital del cuerpo están directamente relacionadas con la cantidad de alimentos digeridos por cada individuo y se podrá utilizar después en distintas actividades. Los hombres comen más, por tanto, tienen mayor fuerza nerviosa. La mujer no puede dedicarse a tareas intelectuales porque requiere esa energía para mantener el ciclo menstrual, para procrear. El estudio en las mujeres irá directamente contra la maternidad y la continuidad de la especie.

 Esta teoría reforzaba, por supuesto, la creencia del perjuicio que la actividad intelectual representaría para las mujeres, restando energía a la actividad reproductora. En esta teoría se basarán dos de los grandes detractores del acceso de la mujer a la educación superior. Edward Clarke, profesor de Harvard, defendía la imposibilidad de que el organismo realizara bien dos funciones distintas, ello suponía una merma en sus capacidades intelectuales y en su control emocional, como si hubiesen quedado detenidas en un estadio inferior de la evolución.

Henry Maudsley, superintendente del Manchester Royal Lunatic Asylum, editor del Journal of Mental Science, y profesor de jurisprudencia médica del University College de Londres, fue una figura clave en el desarrollo de una teoría evolucionista de la mente. Afirmaba: La función natural de la mujer era la maternidad, que consideraba inferior al noble oficio de hacer nacer ideas. La mujer es esclava de sus funciones fisiológicas.

Hombres y mujeres son diferentes, la diferencia de sus órganos genitales influyen también en la diferente constitución de su mente. Y por ello deben seguir una educación diferente. La mujer debe recibir educación, pero adecuada a su naturaleza

En 1877, uno de los más famosos cirujanos británicos, Lawson Tait, apoyó los argumentos de Clarke y Maudsley,  defendiendo la tesis del tratamiento de las mujeres menstruantes como inválidas.

Los argumentos de Clarke y Maudsley fueron rebatidos por numerosas mujeres feministas, profesionales de la educación y la medicina. Un grupo de mujeres de Boston solicitaron a la doctora Mary Putnam Jacobi la redacción de una respuesta a los argumentos de Clarke, desde una base científica. Aprovechando que el premio Boylston, convocado anualmente por la Harvard Medical School, proponía como tema de estudio para la convocatoria de 1874, los efectos de la menstruación en las mujeres, Mary Putnam Jacobi presentó, de forma anónima, según las normas de este prestigioso premio de Harvard, el ensayo titulado “La cuestión de descanso para las mujeres durante la menstruación”, consiguiendo el Boylston, por la calidad de su trabajo.

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