El oncenio de Leguía (1919 a 1930), fue un intento de
construir la “Patria Nueva” quitando el poder político a la antigua oligarquía
civilista y entregándolo a un nuevo grupo que iba surgiendo y ampliándose a
medida que avanzaba el proceso leguiista. Los juicios apasionados de los que
sufrieron persecuciones o de los que medraron durante este gobierno han sido
reemplazados por las modernas investigaciones históricas con un mayor nivel de objetividad;
así por ejemplo Cotler lo ve como el nacimiento del Perú moderno y Baltazar
Caravedo lo ve como un desarrollo del mercado y surgimiento de una nueva
alianza de clases representada por la coincidencia de intereses entre la
fracción burguesa industrial, pequeña burguesía improductiva (sectores medios)
y el imperialismo norteamericano). Es por eso que cabe insistir en los cambios económicos
y sociales que se producen durante este gobierno.
Es en el gobierno de José Pardo en el que se da el apogeo del
enclave y la presencia preponderante del capital inglés. Los oligarcas agroexportadores
ofician de bisagra entre el país y el imperialismo.
Leguía, desde su época como ministro (1904-1908) ya había
tenido roces con la oligarquía costeña. El pensaba que el progreso del país
debía construirse con caminos, irrigaciones y mejorando la vida urbana. Además,
ya mostraba una gran habilidad para colocar empréstitos y manejar las finanzas
del estado como las riendas de una gran empresa. En su primer periodo
presidencial (1908-1012) rompió con el civilismo ortodoxo y comprendió la
necesidad de apoyarse en una base social más amplia, mas nacional y menos
oligárquica. Luego fue deportado y se dedicó en Londres a entablar relaciones.
El segundo gobierno de Pardo (1915-1919) se desarrolló
durante la primera guerra mundial: los precios de los productos de exportación
aumentaron y por esto fue la mejor época de la republica aristocrática. Los
oligarcas acumularon enormes riquezas por sus exportaciones de lanas, azúcar y
algodón. Esta prosperidad estuvo acompañada de una corriente de importaciones y un deterioro de
las barreras proteccionistas que debilitaron el desarrollo de una industria
local. Se produce una inflación que no estaba acompañada por un aumento similar
de los salarios. También había constantes luchas por una jornada de trabajo
menos extenuante. En 1918 comienzan a producirse huelgas y desordenes en Lima.
En enero de 1919, Pardo legaliza la jornada de las 8 horas antes la presión
popular. Con el final de la guerra, empieza el derrumbe de los precios. La
crisis internacional que se inicia en 1919 y se profundiza el año siguiente
marca el inicio de una década de grandes dificultades para los
agroexportadores. El descontento popular contra el civilismo era incontenible y
el desgaste del gobierno de los negocios parecía irreparable.
En estas circunstancias, Leguía llego de Europa, pasando por
Nueva York donde estableció contactos con banqueros americanos. Ya en Lima se mostró
como un definido anti civilista, lo que le permitido lograr el apoyo de los
constitucionalistas de Cáceres y de los libéreles de Durand y de los demócratas
de Piérola. Así, a diferencia del programa civilista prometió
reivindicaciones populares.
Una vez en el poder se inicia el periodo democrático de
Leguía (1919-1922) marcada por una tenaz lucha anti civilista. En este afán, Leguía
busca el apoyo de los nuevos grupos de industriales, los sectores medios y
populares e impulsa paralelamente una campaña pro-indígena y antigamonalista. Buscaba
romper la hegemonía del civilismo. Es el periodo en el cual quiere convertirse
en grupo dirigente, empujando un programa de reivindicaciones populares con una
política que prometía colocar al estado al servicio de la mayoría.
En 1920 se aprueba una constitución que reconoce y legaliza
la propiedad de las comunidades indígenas, lo que llevo a que en algunas
poblaciones campesinas lo consideraran como el nuevo “Wiracocha”. También formó
una comisión para que se investigara los problemas que aquejaban a los
indígenas del sur con la finalidad de proponer un proyecto ley para solucionar
el problema indígena. Leguía se mostró indiferente a los problemas del
gamonalismo. A su vez se creó el patronato de la raza indígena, se estableció
el “día del indio” y aparecieron centro de agropecuarios y escuales agrícolas
en las zonas rurales.
En Lima las medidas populares fueron también detonantes de
movilizaciones sociales y de inseguridad entre los propietarios. Se legitimo la
jornada de las ocho horas, se dio la ley del empleado, se establecieron comisiones
de arbitraje para resolver los conflictos laborales, se estatuyó el salario mínimo
y fue duro contra los hacendados azucareros. Así, gamonales y oligarcas sienten
la agresión de la “Patria Nueva”. Estos primeros tres años son la etapa de la
fascinación y de la lucha.
Después de este periodo de descontrol de las punas, de
crecientes exigencias del proletariado urbano y rural y una vez desarticulado
el civilismo, se ingresa a la segunda fase (1923-1930), esta vez caracterizada
por la hegemonía norteamericana y el apoyo abierto de la burguesía industrial.
Se suceden la cúspide del caudillo (1926-1929) y su triste y solitario ocaso
(1930). En las punas de Cusco y Puno la “gran sublevación” comenzó a ser duramente
reprimida. Los “eternos” gamonales seguían ocupando los curules parlamentarios
y recordaron a Leguía el poder del gamonalismo dentro de la “Patria Nueva”.
Esta nueva etapa también está marcada por un juego maquiavélico en las alianzas
sociales. Leguía recurrió a todos los medios con la finalidad de poner freno a
los movimientos populares y robustecer su imagen caudillista.
A pesar del reconocimiento de dos grandes fases, es posible
también estudiar el oncenio en sus líneas permanentes de gobierno y administración.
Una de ellas es la modernización del país desde múltiples perspectivas y
niveles. A preocupación central que asediaba a Leguía era urbanizar, construir
caminos e irrigar tierras eriazas.
Durante el oncenio se construyó La Atarjea (agua potable) en
Lima y otros lugares. Se instalaron tuberías de agua potable. Lima, fue la
principal beneficiaria de este proceso de urbanización de este proceso de
urbanización y modernización. Se dio una manía por imitar lo europeo. Se
comienzan a desarrollar las urbanizaciones. Se construyen muelles, malecones y
se inauguran numerosos monumentos y estatuas en los centenarios de la
independencia y batalla de Ayacucho.
Leguía acabo rodeado por un grupo de incondicionales de un
extenso proceso de clientelaje basado en las prebendas y la corrupción, ya que
forjo su en la fuerza avasalladora del dinero. Las obras publicas y sobre todo
las urbanas se hicieron encubriendo la corrupción y los manejos oscuros de los
nuevos ricos.
Por otro lado los 77 millones invertidos en las grandes obras
publicas provenían fundamentalmente de los empréstitos colocados en EE.UU. En
once años, la deuda peruana se había multiplicado por diez. El control norteamericano
sobre las finanzas del estado era alarmante: la deuda externa había pasado de
10 a 100 millones de dólares.
Los banqueros norteamericanos, así como dieron también
exigieron: las administraciones aduanera y presupuestaria pasaron a manos de
sus funcionarios. Fiscalizaron el uso del dinero de los préstamos y promoviendo
inversiones rentables, trataban de asegurarse los reembolsos en los plazos
previstos. Pero los beneficios no fueron monopolizados por una pequeña élite,
sino que el circulante también alcanzo a sectores más amplios: grupos medios,
proletariado de la construcción civil y algunos empresarios que fabricaban
productos utilizados en la construcción urbana. Esto constituyen una manera muy
peculiar de ampliar los sectores medios de donde saldrían los contingentes de apoyo
al leguiismo.
Leguía se empeñó en la creación de una nueva plutocracia, más
pegada a lo moderno, a lo urbano y al capitalismo, pero ellas habían sido
épocas fugaces.
Durante el oncenio se desarrolla una marca política de
centralización estatal. En 1922 se creó el BCR y es a partir de este año que
recién puede hablarse de una moneda nacional peruana. Este proceso de
centralización está ligado a la nueva política de aguas de regadío. En 1920 se
da una ley que convierte a las aguas en propiedad del Estado para mejorar las
distribuciones de esta. Se asesta un golpe severo a los hacendados costeños que
manipulaba los repartos de aguas en función exclusiva de sus intereses.
Paralelo a esto se desarrollan mecanismo burocrático de
gobierno. Se crea el Ministerio de Marina y se funda la Escuela de Aviación Militar.
Un interés menos se puso en el ejército donde se produce una inflación de jefes
y oficiales cuyo mejor merito era ser sumisos al gobierno. Se da la creación de
la primera comandancia de la guardia civil en Lima y del cuerpo de seguridad o
policía de investigaciones.
Con esto, se permite al estado imponer una autoridad
indiscutible, Con Leguía, las cuantiosas compras de ametralladoras, aviones y
otros elementos bélicos convirtieron a las fuerzas armadas del estado en una
fuerza de choque y de disuasión de un poder irresistible.
Otro aspecto es una clara redefinición de la estructura
productiva del país. Los capitales americanos no solo capturan las finanzas del
estado, sino que desarrollan sus actividades dentro de los sectores
productivos. La presencia de los capitales extranjeros en estos sectores se
vuelve hegemónica.
Gran parte de las realizaciones del gobierno de Leguía
traducían una clara orientación anti-oligárquica. Además, Leguía se apoyó en
los sectores medios, en los medianos propietarios y más aún desplego una
intensa actividad para romper con la preponderancia de las viejas castas de terratenientes en el
campo sin afectar la estructura económica imperante. A tras ves de
irrigaciones, como la de imperial y la de Olmos, desarrolla un agrarismo destinado
a crear medianos propietarios que pudieran ampliar la producción nacional y a
su vez el número de compradores en el mercado interno (agrarismo leguiista).
Esto se presenta como una reiteración del inicial programa de gobierno en las
vísperas de la segunda reelección consecutiva.
Sus aliada parecen haber sido el imperialismo norteamericano
y la nueva plutocracia que surgía de la industria, la especulación y el
comercio.
En su enfrentamiento con el gamonalismo andino su conducta
fue zigzagueante. EN un primer momento parece apoyarse decididamente en los
nuevos grupos de origen mercantil que estaban surgiendo en las provincias y que
se enfrentaban a las viejas oligarquías locales. Leguía se apoyó en una
fracción de terratenientes probablemente los de medianas dimensiones y más
orientados a la modernización. A pesar de esta “infiltración” el poder del
viejo gamonalismo regional perdió autonomía e independencia. En una prefectura,
el gobierno podía domesticar y controlar mejora la conducta de estos
terratenientes. Además, se puede ver que Leguía comienza a apoyarse, casi al
final de sus once años en los hacendados más progresistas de Puno.
La relación zigzagueante se puede mejor en el escenario de la
sierra norte donde se presentaba un bandolerismo. El gobierno llamaba
bandolerismo a la rebeldía e independencia de los gamonales del interior que
desconocían las leyes y legitimidad del estado. La gendarmería y el ejército
estatales nunca pudieron ofrecer las garantías necesarias a los funcionarios
del estado quienes tuvieron que buscar la protección de los bandos y facciones
que controlaban la región.
Asimismo, antes de 1919, en la región de Chota-Santa
Cruz-Hualgayoc estaba controlada por Eleodoro Benel, quien era propietario de
varias haciendas al cual el gobierno trato de arrebatarle su poder, más este se
resistía. Desde Lima, y por orden directa del presidente debía realizarse un
desarme general de los hombres de la región, pero al no ceder Benel, Leguía se
vio obligado a pactar con el viejo gamonalita civilista a que pudiera ejercer
su dominio sin ninguna interferencia del poder central. Sin embargo, en 1926 se
da la creación de una segunda comandancia con el rol especifico de eliminar
estos bandolerismos se logró derrotar a Benel.
Estos acontecimientos muestran las maniobras de la “Patria
Nueva”, su vocalicen temeraria y maquiavélica en su relación o lucha con el
gamonalismo de viejo tipo.
Se puede resumir a política leguiista como demagogia
pro-indígena y abandono del gamonalismo a sus suerte en un primer momento,
luego, se da una represión de la sublevación campesina partir de 1924
concesiones y pacto con los “señores” del interior y, finalmente, guerra a
muerte a los “bandoleros o terratenientes-gamonales.
Durante el oncenio el poder local de los hacendados (barones
del azúcar) también se vio afectado por la política vial de gobierno, pues
algunas vías pasan por las haciendas. La ley vial también obligo a movilizar a
los trabajadores de las haciendas hacia los caminos o carreteras en
construcción y, muchas veces, sin considerar el calendario de las actividades
agrícolas de la costa.
La política leguiista afecto el reparto de las aguas de
regadío. En el norte, y especialmente en Lambayeque y La Libertad, la disputa
por el agua involucro a todos. Las condiciones geográficas de nuestra costa
hacían que el agua de los ríos fuera el elemento indispensable para agricultura
muy sedientas como la de la caña de azúcar y el arroz. El monopolio del agua
era también un medio de control sobre los pequeños y medianos propietarios. La
distribución de aguas en Lambayeque era completamente desigual. A su vez cuando
se trataba del pago de los derechos de riego se observaban también
desigualdades: los pueblos pagaban más que las haciendas.
Los grandes hacendados dirigirán un supuesto sindicato de
regantes que monopolizaba el agua. EL régimen de Leguia se interesó por las
aguas de dos maneras: primero proyectando y ejecutando la irrigación de Olmos,
que se suponía debía beneficiar prioritariamente a los pequeños y medianos
propietarios y en segundo lugar, organizando una comisión de irrigación. S eles
controlo estrictamente el uso de las aguas en las proporciones asignadas. Todo
esto motivo la inmediata protesta de los grandes azucareros.
Las llamadas comunidades regantes y los pequeños propietarios
apoyaron a la nueva administración de agua que comenzó a instalar oficinas en
todos los valles de la costa y a tecnificar los sistemas para medir el caudal
de los ríos; los puestos de aforos comienzan a multiplicarse en lugares
estratégicos. Esto hizo que Leguia ganara simpatizantes en los lugares menos
esperados.
La implantación de nuevas y más justas distribuciones aguas
de regadío adquiere perfiles dramáticos al desarrollarse dentro de una época de
dificultades para la agricultura azucarera. Las exportaciones decrecieron y
lógicamente no todas las haciendas salieron airosas de estos años difíciles.
Con la caída de Leguia se volvió al régimen de la toma libre y los hacendados
recuperaron de nuevo algunos privilegios en el control sobre el agua.
Leguia intento reemplazar a las oligarquías imperante por
nuevas elites dispuestas a modernizar el país y obtener un despegue
desarrollista. En los primero años, quito el poder políticos. Paralelamente
desarrollo un ambicioso programa destinado a crear una clase media adicta y
obsecuente. Este rol lo llevo por los caminos de la corrupción y de las
clientelas de incondicionales y de aduladores.
La gloria del gobernante fue inmensa, así como catastrófica
su caída. La crisis de 1919-21 preparo el terreno para su estruendoso acceso al
poder. En 1929, el estallido de la gran crisis del capitalismo mundial preparo
las condiciones para su humillante salida por medio del golpe de estado de
Sánchez Cerro.
**
Haya de la Torre y Mariátegui fueron perseguidos y hostigados
por el régimen leguiista. La acción de Haya se limitó a los mensajes que
enviaba a sus partidarios mediante cartas, artículos y discursos que serían
publicados. Mariátegui no emprendió una campaña directa y frontal contra él.
Sin embargo, pasada la fase democrática, Amauta fue hostilizada.
Para Haya de la Torre lo distintivo del oncenio era su
carácter pro-imperialista “un gobierno autocrático que domina sangrientamente,
hechura del capitalismo norteamericano cuyo interés sirve, una casta militar
que lo apoya y una burguesía u un clero nacionales dueños de vida y haciendas constituyen
el sector de la clase dominante”. El razonamiento de Mariátegui era diferente. Definía
al oncenio como un gobierno que había acentuado la dependencia del capital norteamericano
y como un ambicioso proyecto por impulsar el desarrollo del capitalismo en el
país. También decía que el leguiismo no se atreve a tocar la gran propiedad.
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