La inmigración italiana había sido de forma indirecta, los
italianos que habían llegado a tierras americanas lo habían hecho después de
tener una estadía en España[1]. Pero, en las primeras
décadas del siglo XIX esto cambió, se dio la inmigración de una forma directa,
desapareciendo así la “conexión española”, siendo en su mayoría los inmigrantes
italianos provenientes de Génova. A su
vez, esto se vio facilitado por el contexto peruano: La falta de mano de obra en las haciendas, un proyecto
modernizador y prejuicios sociales propiciaron en el Perú el nacimiento de una
política destinada a permitir el ingreso de inmigrantes europeos al país,
emitiéndose disposiciones legales para lograr dicho objetivo[2].
El primer dispositivo legal dado para favorecer el ingreso
de inmigrantes al Perú fue el artículo 7º de la Ley del 21 de noviembre de
1831, que creaba el departamento de Loreto.[3] Con este decreto establecía
que aquellos extranjeros que llegarán al Perú tendrían oportunidades de trabajo
como el labrado de la tierra. Otro dispositivo legal que promovía la llegada de
extranjeros fue la declaración contenida en el Decreto del 14 de marzo de 1835
dado por el General Felipe Santiago Salaverry.[4] En la cual se sostenía que,
al pisar el territorio peruano, podrían registrarse como ciudadanos del Perú en
tanto se inscriban en el Registro Civil. Consiguiente
a este decreto, en 1845, se ofrecía a los inmigrantes, conforme a la Ley de
1832, la propiedad de tierras que pudieran cultivar con todos los privilegios
concedidos a pobladores locales, exonerándolos de pagos de decretos judiciales
y parroquiales[5].
Este mismo año este decreto fue ratificado por la Ley del 24 de mayo.
PROCESO
1. Inicios de la época del
guano:
Para este periodo, Europa
Occidental atravesaba por una intensa revolución agrícola, evidente desde la
primera mitad del siglo XIX. La creciente demanda de productos necesarios para
aumentar la productividad hizo que se hiciese necesario el tener que buscar
nuevos métodos para obtener fertilizantes propicios. En este sentido se comenzaron
a dar exploraciones que buscaron obtener de algún modo el fertilizante
adecuado. Uno de los primeros pasos se daría en Madagascar; sin embargo, más
adelante diversos estudios corroboraron la existencia en las Islas de Chincha
de un poderoso, y abundante, fertilizante: el guano de las aves.
A partir de esto, la historia
del Perú se irá tornando diferente. Ante la demanda creciente del guano, se
iniciaron las negociaciones pertinentes entre el Estado peruano y los países
extranjeros (Inglaterra, Francia, Alemania, Estados Unidos, Italia, etc.).
Siguiendo este proceso, entre
1845 y 1880, el Perú monopolizó el comercio del guano y a partir de 1850 éste
se convertiría “en el nervio de la economía peruana al volverse elemento
imprescindible en la modernización de los campos de cultivo europeos”[6]. Así, entre 1850 y 1878,
la economía se caracterizó por la entrada de ingresos provenientes del guano,
como porcentaje importante del presupuesto gubernamental y por el incremento
del fertilizante como porcentaje total de las exportaciones del país.
Política estatal respecto a la inmigración europea
En un contexto en el que el
progreso del país se percibía como viable, los distintos gobiernos optarán por
medidas tendientes a lograr la modernización del país. Una de ellas consistía
en traer inmigrantes europeos, quienes con su cultura contribuyeran a lograr el
tan anhelado progreso (ideal inmigracionista). Se darán contratos, leyes y
proyectos de colonización los cuales ponían de manifiesto la idea de que el
progreso del país se lograría a través de la inmigración europea ya que se
consideraba, bajo un prejuicio racial de la época, que lo anglosajón como tal y
no la población nativa, tenía la suficiente capacidad para efectuar tal cambio.
Proyecto
modernizador:
En la segunda mitad del siglo XIX la capacidad “mágica”
atribuida a la inmigración europea provenía del conocimiento que sobre las
experiencias de otros países se tenía. Estados Unidos, Brasil y Argentina
representaron el modelo que el Perú quería repetir para obtener los mismos
“efectos dinamizadores al desarrollo económico” que tuvieron los países
beneficiados con la inmigración europea. (p. 68)
Problema de la mano
de obra:
La expansión de la economía peruana de mediados de siglo
XIX tuvo como consecuencia la formación progresiva de capitales peruanos
(Bonilla, 1984, 33-34). Estos permitieron la reactivación de la agricultura y
su consecuente especialización. “La Guerra de Secesión de los EE.UU. y la
crisis de la producción azucarera en Cuba, facilitó la inversión de capitales
provenientes del comercio del guano en la agricultura de exportación. Entre
1865 y 1873 se produjo el desarrollo de la producción de algodón en la costa, y
entre 1870 y 1888, el del azúcar.” (p. 72)
La reactivación de la agricultura de exportación no
dependió solo de los capitales generados a partir de la venta del guano sino
también de la solución a un problema específico del Perú y que lo caracterizó
durante el siglo XIX: la escasez de la mano de obra para el trabajo de las
haciendas de la costa. Las causas principales del problema fueron la manumisión
de la esclavitud y la abolición del tributo indígena que realizara Castilla
entre 1854 y 1855. Por otro lado, como
el contexto internacional era contrario al comercio de esclavos, comprar fuerza
de trabajo se hacía cada vez más difícil, llevando a los propietarios a una
situación crítica. De igual modo, la abolición del tributo indígena resultó una
medida contradictoria, pues una vez libres de la carga tributaria, los
indígenas volvían a sus economías autosuficientes, y ya no estaban obligados a
vender su fuerza de trabajo para insertarse al mercado y pagar la obligación (Cotler,
1985: 102).
Las autoridades estatales asociadas a los hacendados,
intentaron resolver el problema de la mano de obra a través de la inmigración,
especialmente europea, siendo esto posible debido al boom guanero iniciado en
1840, con cual se pudo hacer posible un crecimiento de la presencia de
inmigrantes europeos al país.
Así vemos como salió una Ley de Inmigración del 17 de noviembre de 1849 que establecía
recompensas para los empresarios que introdujeran colonos al Perú, favoreciendo
así el ingreso de inmigrantes para fines de colonización; en este sentido, en
varios países europeos se abrieron consulados peruanos con el fin de elaborar
proyectos de inmigración interesantes a los gobiernos europeos. A su vez los cónsules
europeos en Lima iniciaron proyectos que iban de la mano con los ya
mencionados.[7]
En 1851 llegaron los primeros grupos de inmigrantes organizados al Perú: campesinos
irlandeses que salieron de su país debido a la hambruna producida por la crisis
del cultivo de la papa. En 1853, se trató de colonizar con colonos alemanes terrenos
de la Selva como Moyobamba, llegando al Perú 1096 colonos alemanes. Este mismo
año el Cónsul peruano en Génova, recibió un despacho del presidente de la
República del Perú, en el que se informaba de proyectos de colonización del río
Amazonas. El Cónsul publicó ese despacho en varios periódicos italianos, y
recibió pedido de varias personas que estaban interesadas en ese proyecto de
colonización[8].
En 1854 se dio la eliminación de la esclavitud negra, con lo que se vislumbra una
mayor necesidad de conseguir inmigrantes, necesarios para mano de obra en
agricultura, construcción de ferrocarriles y extracción de guano.
Es en este específico contexto que la inmigración será
vista como el mejor instrumento para lograr la modernización. Ello debido a que
a través de ella se buscaba evitar perder riquezas ocasionado por una falta de
mano de obra (por ejemplo, los terrenos de la costa no debidamente
aprovechados) y al desprecio que se sentía hacia las culturas indígenas. La
civilización y la cultura estaban identificadas con Europa y los gobernantes
creían que era su deber llevar el progreso y la civilización al interior del
país. Se consideraba, pues, que los problemas del país eran consecuencia de las
razas que lo pueblan.
2. El Gobierno de Ramón
Castilla:
Desde
1845 el Ejecutivo peruano, teniendo en claro la idea de que uno de los
mecanismos para lograr la recuperación de la agricultura era el aumento de
brazos y tecnología, percibirá como necesaria la llegada de mano de obra
mediante el fomento de la inmigración, tal como estaba ocurriendo en otros
países de América (Brasil y Argentina, principalmente). Como “se esperaba que
los nuevos colonos no solamente resolvieran el problema de la escasez de mano
de obra, sino que además dieran un nuevo impulso a la industria agrícola y que
sus costumbres y cualidades fueran una fuerza de cambio y rápida modernización
en todo el país”[9].
En
1847, el ministro Paz Soldán expresó la idea de una inmigración no restrictiva
alegando que la prosperidad del país dependía de la llegada de más
trabajadores, por lo que se debía recurrir a los inmigrantes en general[10],
sean franceses, italianos o anglosajones.
Durante el segundo
gobierno de Castilla, en 1859, se trazó un ambicioso proyecto de colonización, pero
no tuvo éxito, se celebró un contrato para introducir al Perú 25 mil
irlandeses, ofreciéndoles tierras y otros beneficios, pero el gobierno inglés
puso demasiadas exigencias tales como exigencias de independencia y autonomía
de esos colonos como de condiciones económicas, todas estas incompatibles con
la soberanía peruana. Este intento de traer inmigrantes a través de contratos
no fue el primero, siguieron estipulándose otros, pero no tuvieron éxito.
En estos mismos años se
buscaba pactar con varios concesionarios la introducción de extranjeros europeos
para trabajar por 5 años en las haciendas costeras, beneficiándose estos
concesionarios con una prima de 30 pesos por inmigrante, pero a través de estos
concesionarios solo fueron introducidos trescientos colonos vascos. El
contratista peruano Ramón Azcárate, burlando a las autoridades españolas los
llevó a Francia para embarcarlos en el puerto de Burdeos, los colonos llegaron
al Callao el 19 de julio de 1860 y fueron trasladados a la hacienda “Talambo”
de propiedad Manuel Salcedo. El contrato firmado por estos colonos establecía
que debían trabajar por 8 años con un salario mensual de dos pesos de plata
para mayores de 11 años y de uno para los menores de esa edad, estos contratos
también eran firmados por los chinos culíes, pero con una paga menor, es así
como podemos ver que existía una clara preferencia por inmigrantes europeos.
3. El gobierno de Mariano
Ignacio Prado
El gobierno de Mariano Ignacio Prado no estuvo ajeno a
estos proyectos, en 1867 celebró un contrato con el contratista Juan P. Martín,
por medio del cual traería cinco mil colonos alemanes, pero solo pudo
introducir 314 alemanes, quienes fueron internados en Pozuzo, uniéndose a
colonos llegados anteriormente. Posteriormente en 1866 un grupo pequeño de
italianos se internaron en las montañas de Tarma con dirección a Chanchamayo,
pero la falta de caminos y el poco interés del gobierno hicieron fracasar este
nuevo intento.
La inmigración europea aumentó su importancia con la
instauración en el poder de los civilistas, como por ejemplo Manuel Pardo,
instaurado en el poder en 1872, quien poseía una marcada tendencia liberal
además de proponer reformas de tipo
modernizantes, ganándose la simpatía de los italianos.
La Sociedad de
Inmigración Europea
En este periodo se dieron los
primeros actos administrativos en pro del objetivo de lograr un mayor
asentamiento de europeos en el Perú, es así que se creó la Comisión Consultiva
de Inmigración que pocos meses después de convirtió (mayo de 1873) en La Sociedad de Inmigración Europea,
compuesta de 25 miembros, agrupados en cinco secciones: Inglaterra e Irlanda;
Francia, Bélgica y Suiza; Alemania, Austria y Holanda; Suecia, Noruega y
Dinamarca; e Italia, España y Portugal.
Este organismo debía administrar
los fondos para promover la inmigración desde estos países; establecer
convenios; cuidar del viaje, alojamiento inicial y posterior ubicación de los
inmigrantes; así como dirimir diferencias entre inmigrantes y empleadores.[11]
La Sociedad, en su mayor parte
integrada por hacendados, contó con el apoyo gubernamental a través de una ley
aprobada por el presidente Pardo, por la que el gobierno se comprometió, entre
otras cosas, a invertir 100.000 soles al año para fomentar la inmigración
europea hacia terrenos costeños[12]. Uno de los aspectos definidos por la
referida norma fue que no se podía expropiar terrenos de la costa para asentar
colonos inmigrantes. Ello limitó la posibilidad de asentar colonos en la costa,
a menos que se fuesen contratados como trabajadores de hacienda, dada la
escasez de tierras en la zona costeña. Pese a ello, desde 1874 a 1875 la
Sociedad de Inmigración Europea patrocinó la llegada de alrededor de 3000
inmigrantes, la mayor parte de los cuales eran italianos, en menor medida había
algunos suizos y franceses.
Cabe resaltar que existía una adhesión de la élite
dirigencial italiana al civilismo, quizás la mayor expresión de coincidencia
entre los postulados civilistas y la ideología de los líderes de la colonia
italiana del Perú, se expresa en el libro publicado por Juan Copello y Luis
Petriconi, su ideología nacionalista y liberal se dejaba ver en Estudios sobre
la independencia económica del Perú.[13] En
este libro se aboga por el desarrollo de la industria nacional, postulando la
modernización del Estado peruano. Esta demostración de una coincidencia de
pensamiento económico entre gobernantes civilistas y la élite de la colonia
italiana propició el crecimiento económico y la estabilidad política de la
misma que se daría entre 1895 y 1930.
Imagen de Internet |
[1] “Ellos llegaban siguiendo las huellas de sus antepasados, que durante
todo el período colonial recorrieron las rutas marítimas de América del Sur,
gracias a sus conexiones con España”. Bonfiglio, Giovanni. Los orígenes de la presencia italiana en el Perú. Pg. 32.
[2] Bonfiglio nos explica en “La Inmigración europea al Perú” que “con
nada se ha manifestado el Perú desde sus primeros días de vida propia tan
constante, tan uniforme, ni tan entusiasta como la idea o mejor dicho, como el
sentimiento de la inmigración europea” (Arona 1891: 49).
[3] “A cada uno de los extranjeros que se avecindasen en las nuevas
reducciones, se les asignará por el Subprefecto de la provincia, las tierras
que puedan labrar, y gozarán de los privilegios y exoneraciones que conceden
las leyes a los poseedores de tierras eriazas”.
[4] “Todo individuo de cualquier parte del globo es ciudadano del Perú
desde el momento en que, pisando su territorio, quiera inscribirse en el
Registro Civil”.
[5] El 25 de enero de 1845 se dio un decreto, en el cual se ordenaba a las
autoridades del departamento de Junín apoyar la construcción y mejoramiento de
caminos al Pozuzo y al río Mayro. Bonfiglio, Giovanni. La presencia europea en el Perú. Pg. 20.
[7] “Por ejemplo, Taurel, Cónsul de la Santa Sede y del Granducado de
Toscana en Lima, interesó al Gran duque de Toscana, Leopoldo II, para el envío
de inmigrantes al Perú. Según este diplomático: ‘En general, el emigrante que
llega al Perú a la aventura es raro que no consiga un trabajo lucrativo, sea
porque posee un oficio o sea porque se emplea como doméstico…. después de tres
años el obrero laborioso y serio se encontrará a la vez poseedor de la buena
reputación que le hará valido su probidad de conocimientos locales adquiridos y
de una cantidad de dinero de más o menos mil pesos, más que suficiente para
formar un pequeño establecimiento que lo puede llevar a una fortuna mayor. Este
es, además el secreto de la mayoría de las fortunas realizadas por los
emigrantes de buena conducta”. Taurel R.M., Notice
sur la situation politique et commerciale de la Republique du Perou. (Informe
presentado a Leopoldo II, Gran Duque de Toscana). Florencia. 1852, pg. 14. (En
Bonfilio, Giovanni, pag. 22)
[8] Archivo MAE, Carta de Baratta el ministro peruano de Relaciones
Exteriores. Génova, 25 de julio de 1853. En Giovanni Bonfilio. Los
orígenes de la Presencia Italiana en el Perú. pg. 39.
[10] A fines de su
gobierno (1851), uno de los grupos organizados de inmigrantes que llegó al Perú
fue el de los irlandeses. Llegaron un total de 320 personas al amparo de la Ley
de 1849, que estipulaba una serie de beneficios para los colonos extranjeros en
el Perú.
[11] “Luego de instalarse, la Sociedad redujo sus miembros a 20 y las
secciones a cuatro (se eliminó la sección encargada de la inmigración desde
Suecia, Noruega y Dinamarca).” Bonfiglio, Giovanni, pg. 29
[12]
García Jordán,
Pilar. Iglesia y poder en el Perú
contemporáneo, 1821-1919. Cusco: Centro de Estudios Regionales Andinos
"Bartolomé de las Casas", 1992.p. 203.
[13] Copello, Juan y Petriconi, Luis. Estudios
sobre la independencia económica del Perú. Imprenta de “El Nacional”, Lima,
1876, 105 pp.
No hay comentarios:
Publicar un comentario