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martes, 6 de marzo de 2018

EL ÁNGEL NEGRO DE CUSCO: AGUSTÍN GAMARRA Y LA CREACIÓN DEL ESTADO REPUBLICANO DE CHARLES WALKER

DE TÚPAC AMARU A GAMARRA
CHARLES WALKER
CAPÍTULO V

Quince días más tarde de la derrota de los realistas en la batalla de Ayacucho, en diciembre de 1824, Bolívar ascendió a Agustín Gamarra a general y lo nombró primer Prefecto de Cuzco. Gamarra, además de ejercer un papel importante en la formación el nuevo Estado en Cusco, desempeñó un papel importante en las primeras y difíciles décadas de la vida republicana.

Aunque Gamarra participó primero del lado de los españoles en la Guerra de la Independencia, como gran parte de las tropas realistas de la época se pasó al bando patriota. También estuvo presente en las decisivas batallas de Junín y Ayacucho, instigó la expulsión de Bolívar en 1825, planificó en 1829 la caída del general José La Mar que termino desencadenando la caída de la Confederación Perú-Bolivia. Años más adelante, fue presidente en dos periodos (1829-1833 y 1839-1841), ambos momentos de auge de la posición conservadora en la República.

El autor considera a Gamarra como el clásico caudillo, término referido a los principales jefes militares que gobernaron América en la época, lucharon por el control del Estado y conformaron alianzas políticas para ello. En el continente los militares controlaron los Estados por largos periodos. Aunque bajo diferentes ideologías y bases sociales, los jefes militares dominaron la política en la época post-independencia de América Hispana.

Un buen análisis del fenómeno caudillista en Hispanoamérica debe establecer una relación entre los propios caudillos y la influencia o poder que tenían sobre sus seguidores, así como las trayectorias y coaliciones políticas que afianzaron. El capítulo se centrará en el análisis del funcionamiento del Estado dirigido por los caudillos, quienes no gobernaban al Estado sino que gobernaban al lado de las instituciones públicas. Un ejemplo de esto es Gamarra: si bien ejercía cierto control sobre los niveles civiles y militares en Cusco, nunca llegó a controlarlos completamente. Algunas esferas del Estado tuvieron un gran nivel de autonomía, lo que explica su supervivencia a través de la turbulenta época y el mandato de diferentes caudillos.

También se analiza en este capítulo la forma en cómo Gamarra utilizó las instituciones del Estado para formar una coalición y la naturaleza del Estado que ayudó a crear. El autor cree que el autoritarismo que profesaba en su gobierno es una de las causas del éxito que obtuvo en su ciudad natal. Sus partidarios mediante la creación de una ideología chauvinista/cusqueña atrajeron a una gran cantidad de seguidores.

LIBERALES, CONSERVADORES Y EL OMNIPRESENTE GAMARRA

En las décadas posteriores a la independencia, el Perú entro en una profunda decadencia debido a las frecuentes guerras civiles. La división entre conservadores y liberales fue la brecha más visible, ambos grupos tuvieron a generales (Gamarra, Gutiérrez la Fuente y Salaverry como líderes de los conservadores; La Mar y Orbegoso como líderes de los liberales) como cabezas de las alianzas políticas con conexiones por todo el país.

Los conservadores fueron seguidores de quienes estuvieron más reticentes al derrocamiento del colonialismo y estuvieron a favor de un Estado fuerte y centralizado con políticas comerciales proteccionistas. Eran fuertemente xenófobos y odiaban a los liberales por su supuesto favoritismo hacia los extranjeros.

Los liberales siguieron a los más entusiastas personajes de la Independencia. Buscaban la descentralización del Estado y pedían restricciones al poder del Presidente. Estaban a favor de una política comercial de libre mercado y la reducción del corporativismo. Aunque eran menos chauvinistas que los conservadores, no proponían cambios sociales significantes.

Las luchas en el siglo XIX no siempre fueron partidarias. Los políticos tendían a cruzar los puentes del liberalismo-conservadurismo. Este es el caso de la Confederación Perú-Bolivia dirigida por Santa Cruz (1836-1839): aunque dirigió un Estado centralizado que favorecía políticas autoritarias fue liberal en el aspecto económico. Asimismo, el oportunismo y la incertidumbre de la naturaleza del Perú republicano explican en buena medida las divisiones borrosas entre los principales grupos o alianzas políticas. La flexibilidad fue una característica de las afiliaciones en este periodo inestable.

Gamarra participó en prácticamente todas las luchas políticas de la época representando siempre a la posición conservadora.

Sobre él, se sabe que estudió en uno de los mejores colegios del Cuzco y tuvo amplios conocimientos del latín y el quechua. Durante la Guerra de la Independencia, ganó importantes contactos y adquirió experiencia de combate, aunque no destacara mucho en este último aspecto. Participó en campañas contra los rebeldes en Río de la Plata y el Alto Perú y combatió a los rebeldes de Pumacahua en 1814. En 1818 se convierte en el jefe del Primer Regimento de Cusco y desde allí contempla la posibilidad de cambiarse al bando de los insurgentes. En enero de 1821 se presenta a José de San Martín, quien reconoce su rango de coronel y lo pone al frente de un batallón.

Tuvo poco éxito como jefe rebelde: fue derrotado en un enfrentamiento contra las tropas españoles en 1821 y sus errores lo condujeron a una suspensión temporal como jefe a mediados de 1822. Junto a Santa Cruz a fines de 1822 y en 1823 dirigió una Campaña Intermedia hacia el sur, con una costosa derrota para los patriotas. En ese mismo año, ambos dirigían una campaña para destituir a Torre Tagle y colocar en su lugar a José de la Riva Agüero, aunque el Congreso no lo reconociera.

Simón Bolívar llega al Perú en medio de estos conflictos el 1 de setiembre de 1823. Obtuvo el apoyo del Congreso, de Santa Cruz y de Gamarra. El último fue nombrado Primer Ministro. Este pacto; sin embargo, habría de durar solo hasta la derrota de los españoles en 1824, momento en el cual entró en debacle.

LA MADRE PATRIA: DESAFÍOS DEL ESTADO POSTCOLONIAL

Las autoridades al igual que toda la población estaban en un estado de incertidumbre con respecto a lo que vendría con el fin del dominio español, aunque la mayor parte de la población creía que el Perú se convertiría en una república independiente. El nuevo Estado heredaba una multitud de problemas: enormes deudas que debilitaban presupuestos, falta de recursos en el Tesoro, etcétera.

Cusco en particular también presentaba algunas dificultades. No había una total comprensión de la Independencia pues desde hacía mucho tiempo nadie se había opuesto firmemente al poderío español. También su situación económica era muy desalentadora: el estado virreinal había exigido gran cantidad de dinero sin ofrecer grandes beneficios a cambio y se había disminuido radicalmente las exportaciones.  Todo esto se veía empeorado con la interrupción de las rutas comerciales debido a la prolongación de la Guerra de la Independencia.

Gamarra necesitaba recuperar el sistema fiscal de la región, establecer nuevas y estables instituciones e impedir una sublevación a favor de España. Logró cumplir con estos tres aspectos. El análisis del gamarrismo, según el autor, da luces al funcionamiento del caudillismo y el clientelismo político. Los líderes post-Independentistas al intentar forjar una nueva relación entre Estado y Sociedad resucitaron las relaciones coloniales.

LA BUROCRACIA, LA IGLESIA Y LAS FINANZAS: CAMBIOS Y CONTINUIDADES ADMINISTRATIVAS

·       En el ámbito de la administración, la nueva República fue continuista con respecto a las estructuras previas a la Independencia. Las divisiones jurisdiccionales se mantuvieron (7 departamentos, 7 provincias), los prefectos reemplazaron a los intendentes y los “partidos” de Cusco se convirtieron en provincias.

·       Las guerras y conflictos de la época moldearon los límites externos del Perú. Los conflictos limítrofes con Bolivia y Ecuador se prolongaron más allá de sus independencias, en 1825 y 1830 respectivamente. Aunque hubo intentos para reunificar Bolivia y Perú después de la Confederación, todos fracasaron.

·       La política de la ciudad y la  región evolucionó en torno al Cabildo y la Prefectura. Los tribunales, de esta forma, perdieron influencia. La inestabilidad política alentó un alto grado de autonomía de facto: los gobiernos departamentales obtuvieron un enorme poder.

·       Las estructuras legales, fiscales y municipales imitaron a sus antecesores coloniales. En este sentido, las primeras medidas de Gamarra no alteraron demasiado las estructuras coloniales. La crisis financiera profunda y la susceptibilidad de la República tampoco alentaron reformas administrativas radicales. Además, el propio Gamarra y sus camaradas autoritarios tampoco deseaban un cambio radical.

·   Sin embargo, en 1825 durante su estadía en Cusco, Bolívar decretó leyes que enfrentaban las instituciones coloniales: abolió el cargo de cacique, los servicios personales por parte de los indios y ordenó la redistribución de tierras comunales. Estas leyes no se llegaron a poner en efecto.

·       Bolívar también creo varias escuelas e instituciones de caridad financiado con la renta de propiedades expropiadas a conventos y monasterios en Cusco. Esto era una muestra de dos elementos centrales en el republicanismo de Bolívar: su disgusto por la Iglesia y su confianza en el Estado para la reforma de los desfavorecidos. Las reformas usurpaban el papel que tradicionalmente la Iglesia había tenido con la educación y caridad.

·       Gamarra mantuvo la protección a los colegios pero permitió el cierre de las instituciones de caridad: él objetaba el gasto que las instituciones originaban y las tensiones que suscitaban con la Iglesia.

·       Esto hizo que Gamarra se vea enfrentado con la Iglesia Católica en Cusco, aunque finalmente se las ingenió para obtener su apoyo. Las relaciones con la Iglesia empeoraron notablemente con la llegada de Bolívar, las expropiaciones que ordeno y sus gestiones secularizadoras. Finalmente, en 1827, tras un problema legal con dos curas parlamentarios, Gamarra abandonó el anticlericalismo y logró contar con el apoyo de la Iglesia en sus dos periodos presidenciales.

·       Las finanzas fueron el ámbito más preocupante para Gamarra y los demás gobernantes. La urgencia de un sistema tributario eficiente dio aliento a mantener la tradición. El 11 de agosto de 1826 Bolívar reestableció el tributo de indios que él mismo había abolido el año anterior, aunque con la denominación de “contribución”. Entre 1826 y 1845 más de la mitad del ingreso anual de la prefectura provenía de este tributo.  Otras dos importantes fuentes de fondos fueron las contribuciones a la minería y el impuesto a las ventas/alcabala. El Estado de Cusco destinó estos ingresos al fortalecimiento de su base política regional.

·       Aunque el futuro del Cusco no era prometedor, se había logrado evitar la destrucción como había ocurrido en otras partes de la República.

·       Había cierto aislamiento del Cusco e incomunicación con las provincias debido a la falta de caminos transitables. Las guerras civiles  y la preeminencia del transporte marítimo agravaron el aislamiento comercial de Cusco. En ese periodo, Arequipa surgió como potencia de la economía surandina y Cusco perdió su participación en el mercado.

EL GAMARRISMO EN CUSCO

Gamarra fue muy hábil seleccionando gente para los puestos de gobierno. Mediante esto, estableció una sólida base de seguidores. Como dijo el autor anteriormente, un análisis correcto del caudillismo debe apartar la mirada del campo de batalla y colocarla sobre el funcionamiento del Estado. Agustín Gamarra no hizo mayores diferencias entre quienes habían servido o estado vinculados al Estado español anteriormente, así que algunos de los funcionarios nombrados por él seguían en los mismos cargos que habían tenido bajo el dominio de los españoles u otros eran nombrados por primera vez.

Se solía criticar a Gamarra justamente por incorporar a demasiados realistas en la lista de subprefectos, aunque este negase cualquier tipo de favoritismo al escogerlos. Muchos realistas ocuparon importantes roles políticos en las décadas posteriores a la Independencia, generalmente como partidarios de los conservadores.

Tres instituciones fueron fundamentales para el gamarrismo en Cusco: los subprefectos, las milicias civiles y los militares.

Los subprefectos vinculaban el interior del Cusco con los estados regional y nacional. Las gestiones de subprefectos, debido a su centralidad en la contribución indígena, podían levantar o quebrar un régimen. Eran el vínculo entre la población rural/indígena y los acontecimientos políticos regionales y nacionales. Como tenía acceso a cientos de pesos que podían invertirse o prestarse, a menudo se asignaba más dinero que el que se le destinaba por ley. Los funcionarios centrales en Cusco y Lima solían lamentarse de la ineficiencia y poca experiencia de los subprefectos y sus críticos ponían un especial énfasis en su afición a “embolsicarse tanto dinero como podían”. Aunque Gamarra confiaba políticamente en ellos, los supervisaba estrechamente para garantizar que los ingresos obtenidos por los impuestos llegasen a Cusco.

Las milicias civiles constituyeron el núcleo del gamarrismo en Cusco pues controlaron la sociedad local a través de la incorporación de nuevos miembros al gobierno. Fueron establecidas por Bolívar a principios de 1825 y sirvieron como academias militares, pues solía ocurrir que miembros destacados de la milicia ingresaran al Ejército. Gamarra promovió su desarrollo mediante la conformación de setenticuatro regimientos, comandados por lo “mejor del gamarrismo”. Las altas posiciones en la milicia significaban una vía segura para obtener privilegiadas posiciones en la administración y el poder local.

Estos cargos proporcionaban al comandante una base de apoyo leal y oportunidades económicas. Solía ocurrir que los más importantes propietarios de obrajes obtuviesen cargos importantes en los regimientos de la milicia, como fue el caso de Pedro Cano, ejemplo del mecanismo usado por las personas para obtener el favor político. Cano abastecía reclutas y complacía a su comandante y las autoridades superiores a este: así recibía la oportunidad de escalar en jerarquía militar y acumular una gran cantidad de poder local. Cano era el escalón que vinculaba a los subprefectos con la sociedad local.

Las milicias lucharon al lado de Gamarra constantemente, hasta el punto que los límites entre los militares y las milicias civiles se tornó borrosa. El caudillo incluso llegó a incorporar regimientos enteros al Ejército nacional. A pesar de las constantes quejas a los tribunales con respecto a la inmunidad de los oficiales del regimiento, la virtual inmunidad continuó. 

Los conflictos del Perú con sus vecinos del sur y del norte favorecieron a Gamarra, quien aprovechó la oportunidad para fortalecer el ejército del sur para invadir Bolivia en 1828. De esta forma, logró desestabilizar el gobierno de Sucre. Entre 1830 y 1835 Gamarra continuó aumentando la cantidad de milicias en la región de Cusco y confió en ellas para reprimir las rebeliones (que solo aumentaban). Para 1834 casi todos los gamarristas importantes comandaban unidades de milicia en Cusco: eran ya la base militar más importante de Gamarra en la efímera Federación de Cusco.

Santa Cruz observaba con cautela las acciones de Gamarra en Cusco. En febrero de 1836 mandó a disolver todas las milicias allí, mas sus líderes y casi todos los milicianos volverían a escena poco después.

Se suele considerar al primer periodo presidencial de Gamarra como una oligarquía militar. Su ley de Reforma Militar, promulgada en diciembre de 1829, fue la medida más importante para obtener seguidores en el país y marginar a los opositores que estaban en las Fuerzas Armadas mediante la reducción de oficiales. Gamarra convenció a muchos líderes para que se “reformen”, esto es,  retiren del ejército mientras él favorecía a sus allegados políticos. Aunque el Congreso cambió la ley en 1831, Gamarra continuó favoreciendo a sus aliados. En 1833 Gamarra promovió a más de una docena de oficiales y cuando quiso prolongarse en el cargo en 1824, todos estuvieron a su favor.

Una fuente importante de apoyo político también provino de los arreglos efectuados por Gamarra para que los militares comprasen las telas de los uniformes en los obrajes del Cusco. Los dos obrajeros más prominentes de la época, Gregorio Lugones y Ramón Nadal apoyaron entusiastamente a Gamarra pero también siguieron vendiendo al gobierno durante la época de la  Confederación. Lugones fue en 1834 el comandante de las milicias de Paruro y Nadal en el mismo año Coronel de la Caballería de Chumbivilcas.

Además de la creación de una fuerte base para colocar a sus seguidores en cargos de políticos claves, milicias y Ejército, Agustín Gamarra también utilizó el sistema de recaudación para recompensar a quienes lo protegían: en la guerra civil de 1834 utilizó exenciones de tributo como método de compensación hacia sus protectores. Sin embargo, luego de cada cambio de régimen la administración entrante examinaba detalladamente los registros de los funcionarios salientes.

Cuando en 1835 Gamarra fue derrotado por Santa Cruz  y el general Cerdeña instruyó a las autoridades del Tesoro del Cusco para que verifiquen las finanzas de los subprefectos gamarristas, todos ellos enfrentaron procesos judiciales sobre el uso que habían hecho con el dinero de los impuestos. El Tesoro no solo mantenía cierta dosis de autonomía sino que el mismo Gamarra se mostró deseosos de llevar ante los tribunales a sus propias autoridades, ya que esos procesos los mantenían bajo su control y las deudas que ellos pagaban proporcionaban los ingresos que él necesitaba. “Para la supervivencia política en este tumultuosos periodo, con frecuencia el dinero era más importante que el apoyo de una determinada autoridad”.

La política de Cusco no debía entenderse solo como una división entre gamarristas y liberales. Aunque muchos se mantuvieron alejados de las luchas políticas, la mayoría sirvió e incluso apoyó a ambas partes indistintamente. El caos y las luchas entre caudillos no significaba que la sociedad del Cusco estuviera claramente dividida en campos políticos correspondientes a cada caudillo.

LA IDEOLOGÍA GAMARRISTA: PRIMERO EL CUSCO

Durante más de una década y media Gamarra llegó a ubicarse como el conservador más prominente y relevante del Perú a inicios de la República. Se unió rápidamente a los opositores de Bolívar aunque este lo hubiese nombrado prefecto de Cusco y a fines de la década de 1820 dirigió las actividades en contra de los liberales. Asumió la presidencia desde 1829 hasta 1833 y tuvo su auge político (que coincide con el auge de los conservadores también) en 1838, con la derrota de Santa Cruz y su retorno a la presidencia. Produjo la Constitución de 1839, documento que anulaba cualquier tipo de reforma social, protegía la esclavitud y la concentración del poder por parte del Presidente. En realidad, Gamarra apoyaba todas las causas comunes a los conservadores del XIX: políticas comerciales proteccionistas, medidas estrictas de control social, instituciones centralistas y un discurso xenófobo. Su coalición en Cusco demostró las firmes conexiones entre los movimientos regionales y nacionales.

Tanto en su gestión en Cusco, como presidente en todo el país o durante sus campañas militares Gamarra se perpetuó en el autoritarismo. Los conservadores acusaron a instituciones “indecisas” como el Congreso o las juntas departamentales de los males del país y plantearon a Gamarra, su fuerza y eficiencia como la solución total. También culparon a los liberales de la inestabilidad y los acusaron de impedir la unificación del Perú bajo la égida de Gamarra.

Los debates en Cusco iban paralelos a los que se llevaban a cabo en Lima. Los movimientos provinciales podían influir en los círculos intelectuales y políticos de la ciudad gracias a la prensa activa.

Los gamarristas acusaban a los liberales de pretender poner en el poder a una nueva oligarquía, club o partido (en el sentido peyorativo) y los liberales criticaban a los conservadores por hacer retroceder al Perú a un despotismo de tipo colonial y a Gamarra de corrupción y amiguismo político. La más evidente división entre liberales y conservadores estuvo en la discusión de si era posible el correcto funcionamiento de instituciones republicanas, elecciones, congreso o libertad de prensa.

Gamarra no ofreció el mismo plan a Cusco que al Perú. La suya fue una plataforma de “Primero el Cusco”, con un énfasis exagerado en la ciudad natal. Gamarra culpaba a la usurpación de los forasteros de la decadencia de la región y él y sus colegas difundieron un discurso hiperbólico que ponía énfasis en el nacimiento de Gamarra y su deseo a “volver a la antigua gloria”. El discurso gamarrista, pues, reafirmaba una y otra vez su lealtad a su tierra natal y la importancia antigua de la región, mediante la reminiscencia de las épocas incaicas y el poderío de Cusco en la época colonial.  En ocasiones estos discursos trascendían el chauvinismo cusqueño para sustentar históricamente el gobierno autoritario de Gamarra.

Agustín Gamarra también sacó provecho de la animosidad de Cusco hacia otras regiones importantes: Lima, Arequipa y Bolivia. Los cusqueños  estaban disgustados desde hacia tiempo por el centralismo de Lima; desconfiaban de Arequipa pues tenían miedo de que Cusco perdiera su tradicional supremacía económica y administrativa una vez se aplicasen reformas económicas de índole liberal; y Gamarra había alentado sentimientos antibolivianos (especialmente en contra de Santa Cruz) en Cusco.

CONCLUSIÓN

Gamarra creó una fuerte base en Cusco. A lo largo de su carrera promovió esta relación y favoreció a Cusco siempre que pudo. El éxito que tuvo se demuestra mediante el apoyo militar que recibió del lugar en tiempos difíciles. Su retórica chauvinista y sus promesas de volver a la gloria antigua sonaban bien en una región deprimida. Haber nacido en Cusco ayudó a Gamarra frente a sus opositores con antecedentes “sospechosos”: el boliviano Santa Cruz y el ecuatoriano La Mar.

Estudiar la mecánica del gamarrismo en Cusco da luces de la mecánica del caudillismo e ilumina el funcionamiento de los primeros tiempos del Estado  republicano. Gamarra gastó la mayor parte de sus ingresos en militares y burocracia e invirtió mucho menos a la educación y caridad.

El autor enfatiza en que este análisis no cuenta toda la historia de los caudillos y si se toma aisladamente ignora la complejidad de la construcción del Estado republicano. Una revisión sencilla de la carrera de Gamarra exagera la facilidad con la que ascendió al poder, incluso en Cusco enfrentó una oposición militar e ideológica.

El siguiente capítulo se centra en la ciudad de Cusco, sus cambios y continuidades en la práctica o cultura política.


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