Si la historia nacional del siglo XIX y
XX ayudó a fortalecer el sentido de la ciudadanía nacional, ahora, en un mundo
con tantos desafíos sociales por resolver, como las desigualdades, las barreras
sociales, entre otros, los historiadores deben procurar hacer una historia global que una a
todos más allá de las divisiones o desarrollos aislados que nos pueda imponer
una frontera artificial. Defensores de la historia mundo, han argumentado que
es el propio mundo la unidad con la cual se debe trabajar en la investigación
histórica. Pero no una historia global ligada sólo a lo económico, como se
había venido trabajando, sino una que vaya más allá de lo financiero, pues al
realizar intercambio comercial no sólo se intercambian bienes, servicios o
dinero, sino que toda una estructura social entra en contacto con otras,
conversando, conociéndose y diluyéndose en la comunicación interpersonal, que
no se puede obviar.
Para lograr este cometido, de realizar una
historia global más allá de las fronteras y de las naciones, se tendrá que
contar con un nutrido grupo de africanistas, europeístas, latinoamericanistas,
entre otros especialistas, para así lograr hacer la historia del mundo, puesto
que antes de mirar el panorama global, primero es conveniente mirar el
escenario local, y ya mucho de esto se ha venido haciendo en las últimas
décadas.
Parte de este interés por hacer una
historia global surge de la reflexión acerca de qué está haciendo o cómo se
está modificando la Historia frento a los cambios de nuestra era, que por lo
general tienen que ver con la globalización y la cada vez más inminente integración
mundial. La interrelación de los
distintos lugares del planeta por
distintos factores es un fenómeno que no puede escapar del lente de los
historiadores, pues es un fenómeno contundente de nuestro día a día. Nuestra
disciplina ha venido avanzando en estos aspectos por medio de tímidos pero certeros desarrollos desde hace algún
tiempo.
Un primer desarrollo que analiza Pomeranz en su texto, es la creciente importancia que está teniendo para los
historiadores el análisis entre lo que se denomina “Occidente” con el “resto
del mundo”. Temas como la migración, los movimientos de bienes, la
contaminación, el intercambio de ideas, son materias que en los últimos años
han concitado el interés de los historiadores y que se reflejan en ciertas
obras, que son parte de lo que se conoce como la historia transnacional, que si
bien, en la mayoría de trabajos se ve un centralismo en la relación entre
Estados Unidos y el resto del mundo, se destaca el interés por no ofrecer no una sólo versión de la historia, tanto del
centro como de la periferia, y eso es precisamente uno de los puntos básicos de
esta nueva forma de hacer Historia.
Otro desarrollo, es el aumento en el
cuestionamiento al nacionalismo metodológico, o en otras palabras, la crítica a
la poderosa suposición del siglo XIX que las naciones son el punto de
referencia para la Historia, la nación como el principal contenedor lógico para
el análisis histórico. Esta idea de la nación como centro para la Historia ha
venido cuestionándose desde años atrás al constatar los historiadores que
categorías como la raza, el géneros o la sexualidad, son categorías incluso más
significativas que las mismas naciones, pues competen a toda la humanidad y que
no son fenómenos que se restrinjan a una sola parte del planeta, sino que se
han sucedido en una multitud de escenarios geográficos y políticos.
Pese a los avances en la Historia global, su forma de tratar la
información se presenta como más difícil de absorber dentro de los esquemas
tradicionales del quehacer historiográfico, ya que desagrega la unidad nacional
traspasando las fronteras de nacional, lo cual permite ver similitudes o
diferencia, pero que demanda una mayor concentración de casos para los
historiadores. Procurando la cooperación entro los historiadores para realizar
investigaciones.
La historia del mundo puede
potencialmente hacer algo muy diferente para los historiadores de lo que el
análisis de unidades supranacionales han logrado. El nuevo desafío desde lo
global se encuentro en el cuestionan tanto los marcos nacionales así como de lo
que se entiende por civilización y civilizado. Diseña métodos sin pretender
abarcar los sistemas políticos y las áreas culturales específicos, sino los
fenómenos sociales más allá de un reducido ámbito geográfico. Esto supone la investigación con
grupos y redes de profesionales transnacionales y otros grupos espacialmente
dispersos.
Los interesados en
la síntesis a nivel macro necesitan claramente la investigación monográfica
sobre muchas áreas todavía descuidadas por la investigación histórica. Los estudios de, por ejemplo,
las redes del Océano Índico son propensos a estimular historias nacionales, por
no llegar a suplir la demanda en la información requerida. El impulso a la
inclusión más amplia y el empuje para diferentes unidades se refuerzan
mutuamente, pero se requiere de una compleja organización tanto en el trabajo
como en las fuentes y de lo que se conoce al respecto. Estudios de las cadenas
de productos básicos; estudios de los espacios
interactivos, como el litoral Atlántico o la Ruta de la Seda, son interesantes,
debido a que sus densas redes de interacción, pero suponen un conocimiento
amplio de las distintas zonas en donde se investigue.
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